Una nueva edición de Lugar a dudas, la columna de Antonio Ladra.

Ayer, después de mucho tiempo salí a la calle a hacer compras, nada especial, tan solo algunas vituallas, en una vuelta más larga que dar la vuelta la manzana. Mientras caminaba, rápido y cuidando de no romper la distancia social, soñaba con el día después, que me parece está aún lejano; ese día después que nos devuelva a la normalidad, la que vivíamos antes de la Covid-19.

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Los tiempos que vienen serán más duros de lo que pensábamos antes del Covid 19. Pienso en la recesión de la economía del país con la pérdida de empleos, las limitaciones -por prevención- de muchos de nuestros hábitos de vida: el otro día leí que un asesor de la Casa Blanca decía que íbamos a tener que abandonar la costumbre de saludarnos dándonos la mano, ni hablemos de abrazarnos o de darnos un beso. Y hasta pensé también en la necesaria fortaleza de la democracia frente a las inevitables demandas que se plantearán.

El día después dejará, en Uruguay y en el mundo, un paisaje de dolor por los miles de personas fallecidas, pero traerá consigo muchas preguntas y habrá muchas incógnitas que hoy no tienen respuesta.

Hoy, en el mundo, la pandemia no está controlada y aquí en Uruguay, dicen los expertos que no ha llegado aún con la fuerza con la que llega, pero va a llegar, entre otras cosas porque vienen los fríos. Y después puede haber rebrotes. Todo así hasta que se consiga la vacuna, pero eso será, según los datos más optimistas para el año que viene.

En estos días el presidente envió al Parlamento la ley de urgente consideración (LUC), no para que comiencen a correr los plazos, sino para que todos los legisladores la tengan y la analicen. Todos la podemos analizar, es pública. Hay cosas que se pueden compartir y otras cuestionar y eso está bueno.

Que ese envío de la LUC sea parte de una estrategia del presidente en momentos en que tiene el mayor índice de aprobación, ni siquiera imaginado en sus mejores sueños, puede ser, pero bueno, así es la política y de esto se alimenta el que está en el poder y quien lo busca.

De todos modos, me pareció una buena iniciativa que se haga conocer la LUC, esta suerte de hisopado político – para ponernos a tono con las palabras más comunes – para ver cómo está el panorama con la oposición y fundamentalmente dentro de la coalición multicolor.

La primera ya se sabe no está ni ahí con la LUC, no está hoy en medio de la emergencia sanitaria, ni lo va a estar después, cuando ya no haya emergencia sanitaria y dentro de la coalición multicolor hay voces discrepantes a tal punto que el Partido Nacional ha quedado solo.

El Partido Colorado y Cabildo Abierto se distanciaron del gobierno. Ambos bloques piden modificaciones en materia de vivienda y en la liberalización de los combustibles y se sumaron a los reclamos del Partido Independiente, que considera que varios artículos exceden largamente el documento de «Compromiso por el País» firmado por todos los bloques de la coalición multicolor.

Por el lado del Frente Amplio se suma además que entiende que en estas circunstancias el Parlamento no puede trabajar, recibir delegaciones para analizar la ley y entregar sus eventuales aportes.

Pero la política democrática no puede cerrar ni perder la iniciativa en tiempos de emergencia. En un Estado de Derecho la vida parlamentaria forma parte de las actividades esenciales. Y ante una situación excepcional, el Parlamento tiene que debatir las medidas del Gobierno dirigidas a combatir la crisis del coronavirus y también tiene que controlar la acción del ejecutivo. Y en ese sentido un parlamento atento debe, en esta emergencia sanitaria, tratar de saber, para que sepa toda la población, qué es lo que pasa en la interna del Ministerio de Salud Pública. Y debe saberlo no para chismear sino porque justamente en esa cartera tan importante y más ahora, hay un caldo que no se está cocinando bien.

Me explico: al principio de la pandemia hubo un rumor, nunca desmentido sobre la renuncia no aceptada del ministro Salinas. Lo que si fue notorio la tirantez que hay entre la conducción del Poder Ejecutivo y el ministro. Eso fue y sigue siendo notorio en las conferencias de prensa. Hay un estrés importante al tener la necesidad de llevar adelante esta emergencia, pero claro hay otras cuestiones que hacen a la gestión diaria que se ve que hace mella en el ministro. De ahí su notorio malhumor y falta de empatía cuando se lo consulta en las conferencias de prensa.

Cuando finalizaba el mes de marzo e iban menos de 15 días de la declaración de emergencia sanitaria, nueve técnicos de Epidemiología del MSP pusieron sus cargos a disposición a través de una nota enviada a la cúpula ministerial por tener discrepancias por las políticas llevadas adelante en cuanto a la forma de definir y comunicar los criterios para hacer test del virus.  Las renuncias no fueron aceptadas, pero se ve que el ministro quedó con la sangre en el ojo y en el correr de esta semana destituyó a la directora del laboratorio del MSP, la doctora Verónica Seija, una de las firmantes de la nota.

En estas horas, el número tres del MSP el doctor Miguel Asqueta dio a conocer desde el punto de vista técnico la teoría del contagio, como salida la crisis, provocando con ello una gran polémica, en una dirección aparentemente opuesta a la estrategia del gobierno, generando malestar.

No son buenas señales.

Por último, no ha ocurrido todavía, pero seguramente ello pasará que ante la incertidumbre económica y laboral haya cierta crispación social. Hay un refrán que dice: «al perro más flaco se le cargan las pulgas», lo que significa que a la persona con más debilidades es a la que más le acarrean los problemas. Y es así. Las crisis económicas, por lo general, acaban golpeando más a los más débiles. Lo vimos en la crisis del 2002 cuando los pobres pasaron a ser aún más pobres, cuando la brecha social se agrandó, cuando la desigualdad se acentuó y cuando la sociedad se convirtió aún en más dual. Y los ricos, pasaron a ser aún más ricos. Mucho más ricos, en algunos casos.

Los efectos de Covid-19 no se dan solo en el área de la salud, hay muchas aristas y desde el sistema político debe haber empatía con la gente angustiada por tantas incertidumbres. Levantar al país después de este azote no será de un día para el otro va a requerir años y la clave reside en la búsqueda del consenso en torno a grandes pactos que incluyan por ejemplo un presupuesto base de emergencia para varios años, que contemple a los perros flacos.

Foto: Gastón Britos / FocoUY.