Había realizado más de diez hurtos, a comercios, en interior de vehículos y a casas de familia.

Un hombre se encontraba en su casa cuando escuchó a su perro ladrar y se dirigió al kiosco que tienen al frente de la vivienda, encontrando la puerta abierta y a un individuo parado afuera con una bicicleta pidiendo cambio.

Cuando el propietario del comercio ingresó al mismo, constató que le faltaba el dinero de la recaudación. Consultando al desconocido al respecto, le dijo que cuando llegó allí la puerta del comercio se encontraba abierta y se retiró del lugar.

Posteriormente la víctima realizó la denuncia, por lo que se puso en marcha una investigación que dio con la identidad del involucrado y se dispuso su detención.

Ubicado con una bicicleta en las inmediaciones de una plazoleta próxima a la terminal de ómnibus, se lo identificó y trasladó, relacionándolo a su vez con otros nueve hurtos, entre ellos a comercios, en interior de vehículos y a casas de familia.

Se lo formalizó por reiterados delitos de hurto, algunos de ellos especialmente agravados, y uno de ellos en grado de tentativa, todos en régimen de reiteración real, condenando al hombre a la pena de diecisiete meses de prisión efectiva.