En una nueva columna de Lugar a Dudas, Antonio Ladra habló sobre el homenaje a quien fue titular de la Dirección Nacional de Inteligencia.

Es solo una imagen, pero está asociada a la historia más oscura de atropello a lo más corrupto y sanguinario. El comisario Víctor Castiglioni fue homenajeado en aras de la unidad de la policía, según dijo quien tomó la decisión, con la restitución de una placa que en su honor que estuvo durante varios años, gobiernos del Frente Amplio incluidos colgada en dependencias de la Ex Dirección Nacional de Inteligencia.

Recomendamos seguir la lectura con el audio de la columna:

Por Gisella Marsiglia, por Enrique Rodriguez, por Silvia Sena, por Eduardo Macchi, por Ariel Casco, por Antonia Yañez, por Lucía Arzuaga, por Eduardo Vaz, por Virginia Michoelson, por Fernando Gallardo, por Ademar Campos, por Alma Espino, por Nidia Mastandrea, por Diego Damián, por Gonzalo Carámbula, por Rafael Michelini, por Margarita Michelini, por Daoiz Uriarte, por Jorge Gandini, por Elena Quinteros, por Pedro Cribari, por Enrique Yhan, por Ricardo Russo, por Marcos Gutiérrez, por Diego Silva, por Eduardo Bleir, por Wilson Ferreira, Hector Gutiérrez Ruiz y Ariel Collazo. Ellos son una pequeña parte de los 300 mil uruguayos que fueron espiados por el comisario Víctor Castiglioni.

No conocí a Víctor Castiglioni, pero sé que muchos de mis amigos temblaban cuando se lo nombraba.

Muchos de mis amigos temblaban cuando se lo nombraba junto a su socio, Alem Castro.

Ellos, Castiglioni y Castro son parte de una época oscura, de dolor. Algunos de mis amigos están en esa lista de nombres, muchos fallecieron.

Castiglioni estuvo a cargo de la inteligencia policial durante la dictadura militar, dejó su cargo en 1982. Unos meses antes de dejar su cargo, Castiglioni informó orgullosamente al Ministerio del Interior que en cuatro años la Dirección a su cargo había investigado a 300.000 personas, que eran catalogadas en las categorías A, B y C, según su “fe democrática”, según la dudosa fe democrática de Castiglioni.

En julio de 2016, recién en ese año, se colocó afuera de la sede de la Dirección Nacional de Inteligencia una placa que dice: “Esta no es una esquina cualquiera. En este edificio funcionó hasta 1985 la inteligencia policial en la última dictadura cívico militar. Aquí se organizó el espionaje y la persecución contra la sociedad. Se secuestró, se torturó, se violó y se humilló”.

Pero la placa de homenaje a Castiglioni estuvo durante 12 de los 15 años de gobierno frenteamplista. O sea, tampoco hay que obviar que en ese tiempo a nadie se le ocurrió que era una afrenta a la sociedad. Lo cierto es que fue un grupo de ciudadanos los que bregaron por esa reparación y al final se consiguió en el año 2016, como quedó dicho.

La pasada semana el director nacional de la Policía Diego Fernández por sí y ante sí, sin pedir permiso ni al ministro ni al presidente restituyó la placa en la Sala de Actos de esa sede, en Maldonado y Paraguay

En una entrevista con el Observador Fernández justifico la colocación de la placa. Dijo que el reconocimiento del inspector fue un mensaje para “fortalecer” a la Policía.” Fue un acto de justicia profesional”, dijo Fernández

La colocación de la placa homenajeando a Castiglioni no fue algo ingenuo, es una pulseada que le están jugando a Larrañaga y al gobierno, es un medir el aceite de parte de lo más rancio, y antidemocrático que hay, aun hoy en la policía.

El ministro Larrañaga, rápido de reflejos dispuso el retiro de la placa. Larrañaga sabe de sobra quien era Castiglioni entre otras cosas porque fue uno de los que persiguió con mayor saña y odio a Wilson Ferreira y él se autodenomina el último wilsonista.

De todos modos, el objetivo de Fernández se cumplió: hizo la gran Manini y salió fortalecido, porque Larrañaga no tomo ninguna otra medida. La única que cabe es el relevo dado que ese es un cargo de confianza política.