Una nueva columna de Lugar a dudas, por Antonio Ladra.

Desde el jueves y hasta ayer se divulgaron por primera vez las actas con las declaraciones que realizó ante un tribunal de honor militar en el año 2006 el coronel Gilberto Vázquez. Allí el militar confesó su participación en delitos de tortura y asesinato durante la dictadura.

Esas confesiones se encuentran en las actas de un tribunal de honor del Ejército que en 2006 juzgó a Vázquez por su fuga del Hospital Militar, a donde lo habían llevado para hacerse un examen médico cuando estaba detenido.

El tribunal condenó a Vázquez con una sanción muy grave, el pase a la situación de reforma, pero ni el tribunal, ni el Ejército ni las autoridades del Poder Ejecutivo tomaron en consideración las confesiones de violaciones a los derechos humanos. Entre otras cosas, la justicia penal no fue notificada por aquellas confesiones. Ahora la Fiscalía tomó el tema y las actas serán investigadas, según decidió el Fiscal General Jorge Díaz.

El debate que quedó abierto desde que se conocieron las actas es si el Ministerio de Defensa, en aquel momento encabezado por Azucena Berrutti, recibió la documentación o fue ocultada por el comandante en jefe de entonces, Carlos Díaz. Todo indica que eso fue lo que ocurrió, pero también ha habido displicencia de parte del Ejecutivo que no indagó sobre el punto.

El contenido de dichas actas fue conocido luego que el Ministerio de Defensa entregara a Familiares de Detenidos Desaparecidos todas las actas de los tribunales de honor que esa organización había pedido el 17 de junio de este año, en una solicitud de acceso a la información pública.

23 MUERTOS Y LA VERDAD

Veintitrés muertos es lo que le adjudicaron a mi padre para condenarlo a 20 años de prisión durante la guerra civil de España. No hay documento alguno que certifique que haya matado a esa cantidad de personas, no hay nombres, no hay deudos que reclamen por esos 23 muertos. Solo hay un papel firmado por un juez militar donde dice que era de ideas izquierdistas, pistolero voluntario en el frente rojo, que tomó parte de una matanza donde él solo mató a 23. Por tal motivo el juez militar lo condenó el 27 de octubre de 1941.

Este dato, los 23 muertos era algo desconocido en mi familia. No lo supo nunca mi madre, ni mi hermana, ni yo. Nos vinimos a enterar cuando mi hija fue a recuperar la memoria de su abuelo, a quien no conoció, en febrero de 2018. Habían pasado más de 77 años de aquellos sucesos.

Nunca sabremos si es cierto lo que dice ese papel, una fotocopia de un documento que está guardado en el archivo histórico provincial de Cantabria en España.

Nadie nos puede dar fe si es cierto que con 23 años fue el responsable de haber matado a 23 personas. Solo sabíamos que era una guerra.

En ese papel dice eso, pero en los recuerdos que tengo de mi padre no puedo asociar a su memoria a 23 muertos, de ninguna manera.

Mi familia necesita saber esa verdad y sabemos que nunca la vamos a tener. Ha pasado mucho tiempo, demasiado, tanto como para tampoco saber dónde fue enterrado mi tío, fusilado por los mismos que dicen que mi padre mató a 23 personas.

Los familiares de los desaparecidos, aquí en Uruguay también necesitan saber la verdad. Necesitan saber cómo, cuándo y por qué y desde hace años, sistemáticamente, se les niega conocer la verdad de que paso con sus familiares, se la escamotean: algunos por desidia, otros lo hacen a propositito, para encubrir a los responsables. Unos y otros son también responsables.

En todo esto hay como una nebulosa, una lucha por poder y no hay sensibilidad alguna por el sufriente, por el que pide, reclama verdad.

Yo era un soldado e hice lo mejor que pude; tuve que matar y maté, y no me arrepiento. Tuve que torturar y torturé, con el dolor en el alma, y me cuesta muchas noches dormir acordándome de los tipos que cagué a palo, pero no me arrepiento”. Así habló el coronel retirado Gilberto Vázquez ante un Tribunal de Honor militar en 2006.

Nadie se puede hacer el distraído.

El Holocausto fue el elemento fundacional de la nueva religión cívica del deber de memoria, al menos para las sociedades occidentales, escribió Manuel Ortiz Heras en el trabajo Memoria social de la Guerra Civil (2006). Probablemente no llegaremos a establecer una memoria y una interpretación única del pasado compartidas por toda la sociedad. De hecho, eso quedó establecido con el voto verde y voto amarillo en 1986 pero, al menos, no debemos renunciar a conquistar momentos de mayor consenso. Y en esto tiene un compromiso el sistema político y también las Fuerzas Armadas, pero claro, si todavía, a pesar de todas las pruebas que hay y no hablo de un papel escrito a máquina en medio de una guerra, sino de declaraciones y dichos actuales se niega que hubo un plan Cóndor, por ejemplo, estamos lejos de esa verdad y de ese consenso.

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Foto: Dante Fernández / FocoUY.