Por Antonio Ladra
El lunes 30 se cumplirán 40 años del recordado plebiscito del No. Con el irrumpió en la vida pública la GEN80, la del plebiscito del No, gritado en silencio. Aquello fue ante todo una respuesta ética, un cachetazo a los militares y a los civiles rinocerontes que logró abrir unas rendijas en unas puertas que estaban cerradas a cal y canto.
El resultado de aquel plebiscito dio origen al proceso de apertura democrática que devino a partir del año 1983. El No fue el muro que le puso freno a la dictadura, el No fue lo que permitió que luego, en los años siguientes hubiera varios SÍ. Fue una gran paradoja.
Aquel 30 de noviembre de 1980 hace 40 años no fue una jornada común y corriente para los uruguayos, que volvían a las urnas después de 9 años de obligado silencio. Ese domingo 30 de noviembre de 1980 fu el bautismo democrático para miles de uruguayos.
En total 1.652.294 uruguayos concurrieron a las urnas a votar en el plebiscito constitucional que había convocado la dictadura cívico-militar que presidía, formalmente, Aparicio Méndez. El objetivo de la convocatoria era reformar la Constitución vigente desde 1967 para legalizar el régimen que había quebrado las instituciones democráticas en 1973, cuando, bajo la presidencia de Juan María Bordaberry, los militares irrumpieron en el poder. La dictadura confiaba en que el pueblo masivamente iba a apoyar su propuesta representada por la papeleta celeste del Sí. Para ello contaba no sólo con el apoyo de la mayoría de los principales medios de comunicación que el país tenía en aquel momento, sino que también desarrolló una masiva campaña propagandística sobre las bondades de la reforma, la que llegó a niveles de saturación.
La abundante publicidad por el Sí, se estrelló contra el No, identificado por la papeleta amarilla, y que apoyaban varios de los principales líderes de los partidos tradicionales y toda la izquierda. De un lado estaba el poder militar, arrogante, el que se sentía vencedor y al que no se le ponían condiciones, y que contaba con el apoyo de algunos civiles que se cobijaron bajo su ala, y del otro lado había ciudadanos comunes, que sólo contaban con un arma que a la postre resultó ser fundamental: la razón
En enero de 1980 comienza a editarse la primera publicación francamente opositora al régimen, la revista mensual La Plaza de Las Piedras, cuyo responsable era un viejo dirigente colorado canario, Felisberto Carámbula. En esa publicación escriben, entre otros, Luis Hierro Gambardella, Alberto Zumarán, los sacerdotes Luis Pérez Aguirre, Juan Martín de Posadas y Juan Luis Segundo, quienes tendrán posteriormente destacadas actuaciones en diversos ámbitos sociales y políticos. Esta revista fue clausurada a mediados de 1982 por el dictador Gregorio Álvarez. Desde 1972, además, se editaba el mensuario Búsqueda, que dirigido por el doctor Ramón Díaz estaba alineado en lo económico con la concepción neoliberal del régimen. Aunque finalmente se opuso editorialmente a la reforma constitucional que propusieron los militares, desde sus páginas se justificó el golpe de Estado de 1973.
Circulaba, también, la revista Noticias, propiedad de un italiano Paolo de Savorgnani, dirigida por Danilo Arbilla, donde escribía Enrique Tarigo, Juan Martin de Posadas y Luis Hierro López, quienes renunciaron cuando censuraron notas. Es cuando Hierro y Tarigo deciden fundar el semanario Opinar.
El 24 de octubre el Consejo de Estado aprobó las pautas constitucionales y en cinco días la Asamblea Constituyente aceptó los 239 artículos de la nueva Constitución a plebiscitarse. En el acto de clausura de los trabajos de la Constituyente hicieron uso de la palabra Queirolo, el vicealmirante Hugo Márquez, el teniente general Raúl Bendahan y los consejeros de Estado Eduardo Praderi, Marcial Bugallo, Carlos Maeso y Fernando Bayardo Bengoa. Cerró el acto el presidente Méndez. Al hablar, Queirolo señaló que nunca en este país, desde que nació a la vida independiente, nadie ha trabajado con tanto desinterés personal como lo han hecho las Fuerzas Armadas y el Ejército, en particular, en este proceso. Se ha trabajado con absoluta responsabilidad y buena voluntad. Hemos emprendido una marcha para alcanzar los objetivos de paz, bienestar y felicidad públicos. […] Los que así no lo crean quedarán por el camino, culminó, desafiante, el militar.
Pero ya había gente que no lo creía. Ese mismo día se realizó el primer acto público en contra de la reforma. La Coordinadora de Juventudes Coloradas convocó a un acto en el Cine Cordón. Coincidentemente también, comenzó la abrumadora propaganda por el Sí e intentó salir a la venta el semanario opositor Opinar, que fundó y dirigió Tarigo, junto con Luis Hierro López. Esa edición fue requisada. Finalmente, Opinar comenzó a circular en los quioscos el 6 de noviembre. El 3 de noviembre comenzó a emitirse por CX 30 La Radio Diario 30, un espacio de opinión que catapultó a la consideración pública al periodista Germán Araújo.
La Cámara de Industrias y la Federación Rural comienzan a tomar distancia del gobierno militar con duras críticas al gobierno, pero antes habían apoyado fervientemente a la dictadura.
En noviembre la mesa ya estaba servida. Por un lado, apoyando el Sí estaban los militares y civiles de la dictadura y algunos políticos con prestigio dentro de sus propios partidos, como el expresidente colorado Jorge Pacheco Areco, quien desde su cargo como embajador en Estados Unidos respaldó la iniciativa.
La definición de Pacheco, el 5 de noviembre, dividió a su sector, la Unión Colorada y Batllista, y fue, sin duda, un punto de inflexión en su predicamento dentro de los colorados. Lo mismo ocurrió con el blanco Alberto Gallinal, quien en principio se opuso al proyecto militar pero luego, cuando recibió ciertas garantías de los militares sobre el funcionamiento de los partidos, se volcó a apoyar el Sí. Gallinal obtuvo a su vez el respaldo del diario El País. Un editorial del matutino blanco de la primera quincena de noviembre expresó que las Fuerzas Armadas, con el respaldo de los civiles que integraron los gobiernos de la época y reconfortadas por el fallo popular anticomunista de 1971 dieron la batalla. ¿Y qué podía pretenderse después de eso?, ¿que quienes habían resultado fundamentales en la salvación del país regresaran simplemente a sus ocupaciones habituales y dejaran todo en manos de los mismos que habían causado la crisis vivida? Si alguien pensara tal cosa, merecería estar recluido en alguna institución para orates.
La oposición logró juntar a sus dirigentes proscriptos, como los colorados Jorge Batlle, Julio Sanguinetti, Amílcar Vasconcellos, Manuel Flores Mora; a los blancos de Por la Patria, cuyo líder Wilson Ferreira estaba en el exilio, al conductor del Movimiento Nacional de Rocha, Carlos Julio Pereyra, al Herrerismo con Dardo Ortiz y Luis Alberto Lacalle; la izquierda desde la clandestinidad. También a figuras cívicas como Juan Vicente Chiarino y Ciganda, que apoyaron el No a pesar de haber dejado en libertad de acción a sus adherentes.
El 12 de noviembre en horas de la mañana se graba en estudios de Canal 4 una polémica que habría de quedar en la historia. El programa, coordinado por los periodistas Asadur Vaneskaián y Carlos Giacosa, logró juntar al nacionalista Eduardo Pons Echeverry y a Tarigo, quienes defendieron el voto por el No, y al verborrágico coronel (r) Néstor Bolentini y el consejero de Estado Enrique Viana Reyes, que argumentaron a favor del Sí. El programa se emitió el viernes 14 de noviembre. La polémica se desarrolló en un ambiente tenso y el inicio de la grabación se tuvo que postergar porque Pons llegó una hora tarde: Perdonen, pero me dormí, anoche me acosté tarde, ustedes saben, dijo entre risas.
Con los cuatro contendientes en una de las salas del canal se sorteó el orden para las intervenciones. Los representantes de la dictadura se quedaron con la última palabra. En medio de una nube de humo, inusual para un programa de televisión, los cuatro dirigentes se enfrentaron esgrimiendo cada uno su estilo. Bolentini y Pons el choque, los golpes de efecto; Viana y Tarigo desde lo técnico, pero este último con ciertos toques de humor. No va a haber nunca un divorcio entre las Fuerzas Armadas y los civiles porque siempre hay civiles que aceptan la supremacía. O sea, recordando la pieza de teatro de [Eugène] Ionesco, siempre hay rinocerontes, siempre, aseguró Pons, La respuesta de Bolentini no se hizo esperar: Yo me resisto a admitir el calificativo de rinoceronte para todos los civiles que han entendido que su función patriótica era colaborar con las Fuerzas Armadas a lo que Tarigo replicó: Y si los políticos son corruptos, los colaboradores pueden ser rinocerontes, coronel; no se tiene que enojar por eso.
A la misma hora en que se emitía el programa se realizó en el Cine Cordón (18 de Julio entre Joaquín Requena y Martín C. Martínez) un acto organizado por los sectores nacionalistas que apoyaban el No. Julián Murguía fue presentando uno a uno a los oradores: Juan Andrés Ramírez, Pons Etcheverry, Héctor Lorenzo Ríos y Fernando Oliú. La sala del cine Cordón estaba colmada y se habían dispuesto parlantes hacia la calle, lo que contravenía las normas vigentes. La carga de los coraceros no se hizo esperar, pero un comunicado de las Fuerzas Conjuntas atribuyó los desórdenes a la agitación de los discursos. Ramírez, es el único de los oradores que sobrevive.
El tercer acto público de importancia a favor del No fue el que realizó la novel, en ese momento, Corriente Batllista Independiente en el cine Arizona, en la calle Rivera y 14 de Julio. Allí, en la noche del 24 de noviembre, se leyó una proclama del grupo que fue redactada por Ope Pasquet, el periodista Enrique Alonso Fernández y Manuel Flores Silva. Justamente en su discurso Flores reivindicó a viva voz la dirigencia batllista proscripta.
El 28 de noviembre el diario El Día, que no se había pronunciado públicamente por ninguna de las dos opciones, publicó una página a favor del Sí, lo que provocó la reacción de varios de los integrantes del Consejo Editorial de ese matutino. La nieta de José Batlle y Ordóñez, María Antonia Batlle –esposa de Jorge Franzini, administrador del diario– realizó una colecta para pagar una página doble a favor del No que se publicó el 29 de noviembre.
La Comedia Nacional tenía en cartel la obra de Ira Levín Trampa mortal, cuya versión española la había realizado quien luego sería el secretario de la Presidencia del segundo gobierno de Julio María Sanguinetti, Elías Bluth. En el teatro del Notariado, en tanto, se estaba exhibiendo El enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen. Si los militares hubieran sido cabalistas y le hubieran prestado atención a las señales que emitían esos dos títulos teatrales no habrían convocado al plebiscito. No se habrían creído, en suma, su propio cuento, habrían dudado del pronóstico de la Gallup, en exceso optimista, que otorgaba un 60% de apoyo popular al Sí.
Ese domingo hubo 945.176 uruguayos, el 57,2% del padrón, que no tuvieron miedo y votaron por el No. En Montevideo el SI obtuvo el 36,04% de los votos válidos, el NO el 63,25% y los votos en blanco el 0,71%. El Departamento en el que el SI tuvo más apoyo fue Treinta y Tres, con 67,74% de los votos válidos, y donde menos apoyo tuvo fue en Paysandú, con 34,68%. De noche, por cadena de radio y televisión compareció el ministro del Interior, general Manuel Núñez, masticando su rabia por el inesperado resultado, y con rostro pétreo admitió la derrota. El festejo del No fue en el interior de los hogares, ante la prohibición de hacerlo en las calles. Algunos, sin embargo, se atrevieron a hacerlo de una original manera: decenas de autos desfilaron por 18 de Julio haciendo funcionar los limpiaparabrisas de sus vehículos. Y no estaba lloviendo.
En la explanada de la ONDA, en la plaza Libertad, se despachaban ómnibus uno tras otro con destino a Argentina; habían venido 10 mil uruguayos a votar. En los quioscos se agotaron los diarios y en la revista Humor de Buenos Aires salió a los pocos días una tira de una página entera donde se veía a un hombrecito que salía de su casa caminando con una sonrisa pegada a su cara. El almanaque marcaba 1 de diciembre. “¿Qué le pasa al vecino que está tan alegre?ˮ, le preguntó un hombre a otro y este respondió “Y qué quiere, es uruguayo”.
Escuche la columna de Antonio Ladra en Punto de Encuentro
Mire aquí el debate por el plebiscito sobre el proyecto de reforma constitucional
Imagen: Anep