Por Antonio Ladra.

Desde que inicié la investigación periodística sobre el caso conocido como Operación Océano puse el acento y la mira sobre quienes fueron formalizados por la fiscalía: 33 personas, hombres poderosos, mayores de edad, profesionales universitarios, docentes, políticos, empresarios, entre otros quienes fueron cayendo como fichas de un dominó. Fueron imputados por explotar sexualmente a adolescentes menores de edad en Punta del Este y Montevideo. Fueron detenidos por funcionarios de Crimen Organizado e Interpol y todos resultaron formalizados, sin prisión preventiva, imputados por un delito de retribución o promesa de retribución a menores de edad; a excepción de uno, a quien se le tipificó contribución a la explotación sexual.

A lo largo de esta investigación, me dediqué a blanquear los nombres de los imputados en el entendido de que a mí, como periodista, si accedía a los datos, no me alcanzaba ninguna ley o reserva del caso. Así lo hice, revelando el nombre de cada uno de ellos, uno tras otro: nombre y profesión.

Fue un riesgo que tomé y del que no me arrepiento para nada. El abuso de menores es para mí una línea roja que marca un comportamiento social.

No revelo nada extraordinario si digo que recibí veladas amenazas, comentarios insidiosos, hasta seguimientos de mis publicaciones en las redes; nada novedoso en estos tiempos orwellianos, pero no más que eso. Hasta ahora.

En mayo del año pasado, en plena pandemia, recibí un mensaje de la dramaturga Marianella Morena, a quien no conocía personalmente a pesar de ser vecinos de barrio. Sí conocía a Morena por su obra, por su compromiso con la libertad y con la causa feminista desde la creación, ejerciendo un arte comprometido, un arte político por excelencia.

Me sentí honrado por ese mensaje donde me invitaba a trabajar en una posible obra de teatro basada en el caso Operación Océano.

“Vi que publicaste comentarios sobre la Operación Océano, y tengo ganas de trabajar sobre la misma, pensándola en un proyecto escénico. No sé exactamente hacia qué ni cómo, pero estoy con esa nube en la cabeza, entonces te pregunto si te interesaría involucrarte como periodista del proyecto”. Ese fue el mensaje que dio inicio a la colaboración periodismo-teatro.

Como parte de mi tarea le volqué todos los datos que manejaba sobre la Operación Océano, todas las notas que había y relevé todas las informaciones que salían en los medios de comunicación: radio, televisión y la prensa y lo sigo haciendo, porque el caso sigue en desarrollo.

Generé las reuniones con los principales actores de esta investigación: desde la cúpula de Crimen Organizado- Interpol, pasando por el fiscal de Corte, las fiscales del caso, la unidad de víctimas de la Fiscalía, abogados de los formalizados, incluso una de las víctimas.

Fue con esos insumos que Morena escribió el texto de la obra Muñecas de piel y como directora y dramaturga tomó las decisiones del caso al reducir a tres actores algo tan vasto y amplio como Operación Océano. Claramente, si se hiciera un documental tendría que haber en escena más de 50 personas.

Desde que se inició la investigación de Operación Océano se han escrito miles de centímetros de notas en la prensa, se han emitido cientos de minutos en todos los canales de televisión, en los informativos y en diversos programas. Se ha hablado en la radio, se han llenado varios Gigabytes de información en las redes, en los canales de YouTube y para más inri, se editaron dos libros por parte de prestigiosas editoriales, Banda Oriental y Penguin Random House. Uno de los libros, “Sugar baby”, escrito por el periodista César Bianchi, incluyó el diario íntimo de una de las víctimas y el otro, Operación Océano, de Eduardo Barreneche y Alfredo García, publicó los chats entre víctimas y victimarios.

¿Qué sentido tiene apuntar contra una obra de teatro que, en el mejor de los casos, por imperio de la situación sanitaria solo la verán 800 personas? Una obra de teatro se completa cuando se exhibe, cuando hay gente que la ve, pero es efímera, se extiende en el tiempo lo que dura esta obra una hora y media. Queda en el recuerdo, en los comentarios, en la piel, en la sensibilidad de los espectadores.

Muñecas de piel es ficción, es una obra de teatro que parte de hechos reales, tanto como lo hizo Federico García Lorca con Bodas de sangre. Es ficción que hunde sus raíces en un caso emblemático y doloroso pero que es demasiado común en nuestra sociedad.

La obra está basada e inspirada en Operación Océano, sobre casos de explotación sexual a menores de edad. La causa está abierta e involucra a personas de todas las clases sociales. Es un tema que nos interpela como sociedad, que nos duele, que nos incomoda, que nos desajusta, que nos divide.

Y mientras se ensayaba la obra y se programaba una y otra vez, hasta cuatro veces y otras tantas se bajaba por la situación sanitaria, el expediente de Operación Océano seguía su curso, enredado, sucio: hubo un cambio en la jueza, desaparecieron pruebas, hubo pedidos de extensión de la investigación, hubo pedidos de nulidad de todo el caso. Hubo chicanas varias. Parecía que había complot contra Operación Océano, contra la investigación periodística, contra el trabajo del periodismo y contra una obra de arte, un texto dramático, contra tres actores, una directora, una productora y un equipo que está comprometido en este proyecto.

Esta acción de amparo es un solapado intento de censura contra una obra de teatro. Nadie sabe qué contiene el texto dramático Muñecas de piel pero ya lo están censurando. La obra no revictimiza porque no nombra a las víctimas ni a los victimarios: se habla del tema sin dar nombres.

Todas las censuras del mundo desde Francisco Franco a Juan Domingo Perón, de Jorge Rafael Videla a Augusto Pinochet de Juan María Bordaberry a Gregorio Álvarez, usaron supuestos valores y la defensa de menores para prohibir. Las comisiones de censura eran integradas por Ligas de Madres y Padres de Familia que defendían «la moral y las buenas costumbres». Hoy, por suerte, vivimos en otro tiempo y quienes han incoado la acción judicial tienen, por supuesto, todo el derecho a hacerlo. Pero confío en que la Justicia, que dictará sentencia este jueves al mediodía, nueve horas y media antes de su estreno, amparará a Muñecas de piel, amparará a los creadores y al público, que de eso se trata.

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