Columna «Lugar a Dudas» por Antonio Ladra:

En cinco días se celebra el 1 de mayo. Esa es la fecha señalada donde históricamente el movimiento sindical deja planteado sus reclamos al gobierno.

El 2022, del que ya llevamos cuatro meses viene cargado. Ya pasó el referéndum por los 135 artículos de la LUC. Eso ya quedó en el olvido, ahora hay otro escenario político por delante.

El país y el mundo, con altos y bajos, están saliendo de la pandemia, pero otro nubarrón, inesperado, se posó en el horizonte: la guerra por la invasión de Rusia a Ucrania. Este conflicto está golpeando a las economías del mundo y Uruguay no está ajeno.

La inflación ya no es un fantasma, es una realidad que golpea. No hay país que no la esté sufriendo, algunos más que otros, obviamente.

En su último informe de previsiones económicas globales, presentado el martes en Washington, el FMI eleva hasta 8,7% la subida de precios en los países emergentes para 2022. Son los coletazos de la guerra en Ucrania, que ha disparado el valor de los alimentos y la energía. El FMI advierte que estos países tienen pocas herramientas fiscales para combatir la inflación, producto de los incentivos que repartieron durante la pandemia de la covid-19. Los nubarrones económicos se ciernen sobre un mundo en guerra.

Uruguay registró en el año 2003 la última variación de precios anual de dos dígitos, con 19,3%. Desde ese año hasta la fecha la inflación estuvo por debajo de 9,99%.

Todos los nacidos después de 1993 desconocen totalmente la idea de vivir con alta inflación. Sin embargo, fue, durante mucho tiempo, uno de los problemas centrales de la economía nacional.

La inflación actúa como una suerte de impuesto silencioso que carcome el poder de compra de los salarios y de las jubilaciones, no permite el ahorro y se extiende a todas las ramas de la economía.

Pese a las dificultades que entraña luchar contra un fenómeno cuyas causas son heterogéneas y escapan en parte a la capacidad de actuación de los gobiernos, el combate contra la inflación es una labor de todos comenzando por el Poder Ejecutivo, siguiendo por las empresas los sindicatos y terminando en el propio ciudadano. Ello implica aceptar un recorte en las expectativas económicas de cada uno.

Ahora, dicho esto, es menester partir de la base que la inflación golpea siempre al más débil y se hace cada vez mas difícil parar la olla. La pobreza se ve y se palpa en las calles de todo el país, sobre todo en las ciudades. Ya es un paisaje al que nos vamos acostumbrando.

Y el problema de la pobreza comienza a ser grave sobre todo por la composición etaria de quienes viven a la intemperie, de los que sobreviven “volqueteando” y de la limosna. En estos días se darán a conocer nuevas cifras de pobres, nos llenarán de números, darán explicaciones, le buscaremos la vuelta. ¿Cuántos números de pobres se admite? ¿Cuál es el límite. Carla Yumatle, PhD por la Universidad de Berkeley y profesora visitante en el departamento de Ciencia Política de la Universidad Torcuato di Tella, se preguntó en una nota de opinión en el Diario Ar ¿Cuánta pobreza admite la democracia? https://www.eldiarioar.com/opinion/pobreza-admite-democracia_129_8904912.html.

Hace unos años el entonces Secretario General de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza decía que “la pobreza y la inequidad repercuten en la calidad de la democracia”. Tiene razón, pero pasaron 12 años de esas palabras y siguen vigentes.

Algo anda mal, sin duda, pero la dirigencia política en todo el espectro ideológico sigue sin ponerse de acuerdo. Ahora el combate a la inflación será un nuevo motivo de disputa política, cuando no debería ser así, cuando el dato es que cada vez son más los expulsados del sistema, pero como eso no repercute en el riesgo país, las calificadoras nos siguen poniendo buena nota. ¡Qué bueno! (Atención, aclaro que es una ironía).

Escuche la columna completa del periodista Antonio Ladra: 

Foto: FocoUy