El 28 de mayo la final en Saint-Étienne
Real Madrid lo hizo de nuevo, y contra todo pronóstico, por el rival, por el tiempo que quedaba, consiguió dar vuelta la serie ganando 3-1 ante Manchester City en el Bernabéu, y se metió en la final de la UEFA Champions League, donde enfrenta estará como en 2018, el Liverpool de Klöpp.
Los hinchas madridistas deberían ir al médico a revisar su corazón. Tres fases eliminatorias de un sufrimiento y efervescencia total, ante PSG, Chelsea y en esta última con Manchester City. Esto es la Champions, la elite total del fútbol.
El primer tiempo fue de análisis permanente, donde ninguno de los equipos asumió un riesgo que pusiera en jaque el resultado para uno y otro lado. Era un partido largo donde el mínimo error se pagaba carísimo.
El complemento tuvo la misma tónica hasta el momento en el que Guardiola, mandó a Gündogan al campo. Un «tie-break» del alemán, dejó desairada la resistencia del mediocampo de Real Madrid, y Ryad Mahrez tras asistencia de Bernardo Silva puso el primero.
Ganaba el City de visitante. El escenario perfecto. Guardiola reforzó el medio, sacrificó a De Bruyne, Jesús y al argelino. Estaba todo para los ingleses pero el Madrid con su historia entera encima, cambió el partido en tiempo adicional.
El Real hasta el final. El jovencito Rodrygo marcó los dos goles que llevaron el juego al alargue, claro está, porque en la desesperación del resultado y dos oportunidades del City por Grealish, el arquero Courtois, se vistió de héroe.
En el tiempo suplementario, Benzema, que siempre está, de penal, aventajó a los merengues 3-1 en el encuentro, 6-5 en el global. En el juego de roles, Ancelotti prescindió de Casemiro, Kross y Modric, y los jovencitos Camavinga, Rodrygo junto al uruguayo Federico Valverde, se adueñaron del juego en la contención y creación.