Por Antonio Ladra
Hablemos de política, o mejor dicho, de las formas de hacer política. Desde siempre ha habido enfrentamientos, dardos cruzados, descalificación del opositor, eso es cierto, pero advierto que ahora la pasión y el abuso domina y se intenta ensanchar la distancia que hay entre oficialismo y oposición y la discusión queda relegada a gritos, a insultos.
El ejercicio de la política es el ejercicio del sentido común, aunque a veces, cada vez más, es el menos común de los sentidos. Este pasado fin de semana estuve allí, en Durazno, y me decían que los domingos de tarde/noche es la hora de “la rata tata”. Pregunté qué era eso y me dijeron que es cuando se escuchan de manera, cada vez más habitual, los intercambios de disparos entre bandas, pero, ¡ojo!, agregaban, eso no es en Durazno, eso es en la periferia, como si alguna vez “la rata tata” no pueda llegar a la puerta de los hogares céntricos. Vana ilusión, tarde o temprano nos toca, pero como ha denunciado el colega Gabriel Pereyra y ahora lo investiga la fiscalía, para el Jefe de Policial “la rata tata” no existe. Esto es una ilusión óptica o auditiva mejor dicho.
Traigo esto colación porque cada vez más el ejercicio de hacer política es como la hora de “la rata tata”. Quedó claro en la reciente comparecencia del ministro Luis Alberto Heber y otras autoridades del gobierno ante el llamado a sala, que no fue interpelación, por el manido “Caso Astesiano”
La oposición ataca al gobierno, el gobierno repele el ataque y ataca a la oposición y nadie escucha al otro, solo se escuchan ellos mismos. Eso fue en síntesis lo que ocurrió a lo largo de más de 13 horas de debate. ¿Debate? No, intercambio de gritos: fueron horas de “rata tata”.
¿Dónde está el debate político, dónde el intercambio de propuestas, dónde el rigor en los discursos, dónde la elaboración teórica en los partidos políticos? Eso se ha perdido. Se los ve más interesados en vivir de la política, ellos, sus amigos y sus familiares, que para la política, como los servidores públicos que deben ser.
Tres hechos, dos graves y el otro, por lo menos, muy discutible, envuelven al gobierno. Los dos primeros es todo lo concerniente al episodio surgido a raíz del caso Astesiano y la entrega del pasaporte a un narcotraficante, Sebastián Marset. Son graves por muchas razones que ya han sido explicitadas y que no voy a abundar, sí decir que requiere que haya desde el Poder Ejecutivo una respuesta acorde a la gravedad y no ironías o intento de bajar el perfil como hasta ahora o jugar al empate, como ocurrió en el llamado a sala; esto es, si no puedo ganar, trato de empatar. El tercer episodio es la marcha atrás con respecto a una política sobre el tabaco que ha sido acompañada por todos, incluso por quienes son fumadores. También requiere explicaciones del porqué de esta marcha atrás.
Y en medio de este tire y afloje, inconducente y peligroso, aparecen los sindicatos de la educación que no admiten bajo ningún concepto sumarse y aportar a una reforma educativa, impostergable, y en la que todos coinciden. Ya supo el gobierno de Julio María Sanguinetti lo que fue la reforma Rama y sufrió el embate sindical e incluso hasta dentro de los propios sindicatos. ¿Recuerdan cuando algunos de sus más lúcidos dirigentes, como Ricardo Vilaró o Carmen Tornaría que fueron desgremializados y vituperados hasta el hartazgo por habar osado participar de la reforma educativa?.
Una reforma educativa que con el tiempo hasta el propio ex presidente José Mujica dijo que era buena. Ahora otra vez atacan y hablan ya, desde ahora, de huelga por tiempo indeterminado para el año que viene. Un despropósito. ¿Y quiénes son los verdaderos afectados por esto? Como siempre los más pobres.
Y ya que hablamos de comer, otro episodio vergonzoso es el que ha surgido alrededor de las ollas populares. Parece que en el recuento de las mismas hay 14 de más o 20 y se habla de eso, pero no de que hay casi 170 mil personas que se alimentan semanalmente gracias a las ollas, Esto es lo dramático, pero discutimos por 20 ollas más o menos. Se han preguntado acaso ¿cómo se sienten esas personas que se cayeron de la mesa y que van todos los días a buscar su comida?.
La búsqueda de la grieta política, tan corrida en Argentina es una constante, aquí en Uruguay, es una estrategia para fidelizar y de paso evitar tener que rendir cuentas. La grietización hace que no haya deliberación, que no haya debate real, con sustancia. Solo fuegos de artificio, que pueden traducirse en “la rata tata” que, atención, en materia política ya abandonó la periferia y llegó a nuestra mesa.
Escuche el informe completo del periodista Antonio Ladra en Punto de Encuentro:
Foto: FocoUy