Columna de Pablo Fernández:
“La política no tiene relación con la moral”, es una de las más famosas frases de lo que se considera el primer tratado moderno de política. Pero también el mismo tratado dice: “El que engaña encontrará siempre quien se deja engañar”, “es mejor actuar y arrepentirse que no actuar y arrepentirse”, y “Los hombres van de una ambición a otra: primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros”.
De eso se trata “El Príncipe”, de Nicolás Maquiavelo escrito en 1513, que todo político que quiere llegar a la presidencia seguro en algún momento ha leído, y plantea elementos básicos, aunque como la palabra lo dice: “muy maquiavélicos”.
No se puede aspirar a ganar elecciones y gobernar sin los principios básicos de estrategia política, así y todo el tablero político, y esas fichas entre Alfiles y peones, generan movimientos inesperados que muchas veces descolocan a los candidatos y los logran hacer caer en trampas, o errores que les cuestan campañas ganadas.
Hoy en esta edición de Alfiles y peones vamos a analizar los 7 pecados capitales, o electorales que los candidatos a la presidencia deben evitar para no perder elecciones que a priori parecen tener ganadas.
GULA
La gula se identifica con la glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida.
Y lo que escuchábamos era justamente a Mieres en la pasada campaña, con el viejo acuerdo electoral con Fernando Amado, y Esteban Valenti, que a priori pintaba muy bien y terminó siendo una trampa electoral que le costó la pérdida de votos. Una mala jugada que costó claro.
Ser glotón en política tiene sus costos, ¿Por qué? Porque algo que puede parecer positivo puede asfixiar al resto del partido o tender a hacer desaparecer a los otros sectores. Muchas veces en las internas es mejor tener una interna competitiva antes que una contienda simple que lleve a bajar los brazos y desatender las marcas.
Este es un pecado que le puede pasar a Álvaro Delgado, porque ha logrado sellar acuerdos con muchos sectores blancos y tiene una elección interna demasiado sencilla como hace tiempo no se ve en el Partido Nacional.
Tendría que pasar una cambio muy profundo para que se de un cambio en el resultado que hoy marcan las encuestas. La dificultad para el candidato blanco, puede estar en que ese pecado le genere “poco músculo electoral” de cara a las elecciones nacionales de octubre.
PEREZA
La simple pereza, el ocio, o la falta de actividad, es un pecado que en política se paga y muy caro.
Escuchábamos a Juan Sartori, y poco más hay que explicar que su permanencia en el Uruguay a lo largo del periodo ha sido casi efímero.
Esto le ha costado la desarticulación de casi toda su estructura partidaria, la perdida de sus dirigentes, y hoy su casi único capital es su figura personal.
Pero no es el único que puede caer en este pecado. La otra candidata blanca Laura Raffo ha genera algún malestar en su comando, porque dentro del Herrerismo, y Alianza Nacional, viejos y tradicionales grupos políticos quieren una campaña más tradicional de recorridas y largas salidas al interior, algo que la precandidata no ha optado por el momento.
Mantener “a la barra contenta” es un punto clave, y caer en no contemplar ese punto es un pecado electoral que puede costar mucho en una elección compleja como la que se está en carrera.
ENVIDIA
La envidia tiene algo parecido a la avaricia: se caracteriza por ser algo inalcanzable, la diferencia es que la envidia no se limita a los temas materiales como vamos a ver más adelante de la avaricia, sino que la envidia está relacionado con esas cualidades no tangibles.
La discusión entre Glenda y Raffo está asociado a un punto que siempre es novedad en la política y es la juventud: siempre los nuevos jugadores generan envidia en las estructuras.
Pero esa es también un arma de doble filo, porque descansarse solo en la novedad puede ser un pecado electoral: y le pasó a Sartori, Rafael Michelini en su momento, o al propio Lacalle Pou con la famosa “bandera” contra Tabaré Vázquez.
AVARICIA
La avaricia si es el pecado del exceso, del lo quiero todo, y eso en política es una trampa muy compleja de caer: ir por todo y quedarse sin nada es un pecado habitual en los políticos que les cuesta detectar a tiempo.
Cuando ven que cometieron el error, ya es tarde para remediarlo.
Esto mismo le pasó a Verónica Alonso en la última campaña electoral.
¿Hay hoy algún candidato que pueda estar hoy en este riesgo para la actual campaña? No se vislumbra con facilidad, pero si hay algunos dirigentes manejando montos muy altos de inversión para las campañas que de no equilibrarlos con militancia y trabajo político puede ser un arma de doble filo.
Le pasó a Juan Sartori en la pasada campaña, y le pasó a Edgardo Novick también: cuando desaparece el dinero en la política, quienes llegaron con ese único incentivo son los primeros en desaparecer.
SOBERBIA
Puede considerarse el pecado original. La soberbia es el más serio de los pecados capitales y en política, quien cuando el pueblo lo detecta genera rechazo. Es ese “mote” que una vez que se gana es muy difícil de limpiar, de creerse que la figura política está más arriba de lo que realmente se está, y que solo se puede contra todo.
Casos de derrotas sobran. Políticos que tenían elecciones ganadas, y por eso de creerse que eran invencibles y que nadie les podía quitar el triunfo, pero terminaron llevándose un revolcón más fuerte en las urnas.
El caso de Sergio Massa es el más claro y reciente de todos.
IRA
La ira es esa emoción no controlada que demuestra el enojo desordenado, descontrolado, odio y hasta enfado. Una emoción que se manifiesta de forma negativa y vehemente.
Un pecado que en política sin lugar a duda hace perder elecciones. Le pasó a Tabaré Vázquez: uno de los líderes más importantes de la nueva era democrática del país en el episodio que escuchábamos con los colonos donde se lo vio fuera de sí y mostró un inicio de declive político con un episodio que no pudo ni logró manejar.
Le suele pasar a los candidatos de forma muy habitual con periodistas. En los últimos tiempos a Álvaro Delgado siendo Secretario de la Presidencia cuando criticó a un periodista de TV Ciudad, o diferentes instancias donde Carolina Cosse en las rondas de prensa se muestra molesta porque le volvieron a preguntar por su no renuncia a la Intendencia de Montevideo.
LUJURIA
La Lujuria es –en contraposición con las conductas sexuales consideradas normales, o aceptadas socialmente– la exacerbación, el desenfreno y la falta de control sexual que lleva a cometer pecados inapropiados.
¿Ustedes se preguntarán como puede pasar esto en política?
Y bueno, estamos en momentos donde episodios de características sexuales están afectando a dirigentes políticos de primera línea. Cómo logran sobreponerse a esas acusaciones, ataques o denuncias pueden definir su suerte en el tablero político electoral.
Las campañas electorales –más allá de las propuestas– son momentos donde, ocurren los momentos políticos más imprevisibles, y habitualmente ganan los candidatos que mejor manejan las emociones y que mejor se mueven en el tablero.
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