Columna del profesor Alejandro Giménez:
En una nueva entrega de Otra Historia, el profesor Alejandro Giménez repasa la hazaña olímpica a través de los testimonios de Carlos Quijano, Gerardo Matos Rodríguez y José Leandro Andrade, que estuvieron allí.
En junio de 1924 la selección uruguaya de fútbol está en París para competir en los JJOO de esa ciudad. Luego de una exitosa gira previa por España, la llegada a una «Ciudad Luz» que pocos años antes había sufrido la Gran Guerra, tiene la vicisitud del rechazo a una villa olímpica con casillas de madera incómodas, lo que motiva la búsqueda de un nuevo lugar de alojamiento.
En esa circunstancia, el delegado Casto Martínez Laguarda y el estudiante de arquitectura becado en París e incorporado a la selección Leónidas Chiappara, encontraron un antiguo castillo de 1865, obra de Jean Charles Alphand, ingeniero especializado en puentes y caminos, que trazó Champs Elysées y los jardines del Trocadero, en la localidad Argenteuil, a sólo diez cuadras del Estadio de Colombes.
2) Carlos Quijano y su mirada sobre el castillo de Argenteuil
Desde unos meses antes, residía en París el abogado, político y periodista uruguayo Carlos Quijano (1900-1980). Va a permanecer 4 años en la capital francesa, para estudiar Economía y Ciencias Políticas en La Sorbona, pero al mismo tiempo empieza a enviar notas para el diario «El País».
En la primera que escribe, fechada el 8 de julio de 1924, hace una detallada descripción del pequeño castillo, diciendo que el portón de ingreso perteneció a la Bastilla, y elogiando los bustos del comediante Moliere, el financista Colbert, el soldado Vauban y el pintor Boucher, que adornan el exterior, encargados por Ambroise Thomas, un compositor de ópera francés, admirador de Luis XIV, primer dueño del inmueble.
Los visitantes se sorprendían al ver a los jugadores «chupando con marcado deleite de una caña de metal», o haciendo un asado «con un gran agujero en el suelo, metiendo a la vaca entera, hasta las entrañas, y después sobre la vaca, colocando ramas en cantidad suficiente para alumbrar un gran fuego».
3) Gerardo Matos Rodríguez y el triunfo de La Cumparsita en París.
Matos Rodríguez con 20 años en abril de 1917 había escrito «La Cumparsita”, que se convirtió en éxito muy rápidamente. En enero de 1924 cumple «un sueño largamente acariciado» (Rosario Infantozzi) de viajar a Europa, sobre todo a París, con una credencial de periodista conseguida por su amigo Lorenzo Batlle Bérres, enviado especial de «El Día», sobrino de Don Pepe y hermano del futuro presidente Luis.
Si bien Matos era ayudante del cronista, único enviado especial a los JJOO, y «sus relatos épicos construyen el mito celeste», al decir del historiador Andrés Morales, el objetivo de su presencia en París era otro. Aquel 9 de junio de 1924 Matos estaba en la tribuna del estadio de Colombes.
4) José Leandro Andrade, la primera estrella negra del fútbol mundial
Hijo de un esclavo brasileño, Andrade nació en 1901 en Salto, se crió en el Barrio Sur aquel del murallón, y su plasticidad y elástica zancada en la cancha, pese a su 1 metro 90, lo convirtió en la primera estrella negra del fútbol mundial.
Conocido en París como «Le Merville Noire», su fama y seducción se prolongó afuera de la cancha, para lo que contribuyó su permanencia y la de todo el plantel en la capital francesa un mes más, lo que incrementó la fama del nuevo ídolo. Se convirtió en el rey de la noche parisina, cautivando a las mujeres, sobre todo ricas, entre ellas a Josephine Baker, bailarina, cantante y actriz francesa de origen estadounidense entonces de 18 años, considerada la primera vedette y estrella internacional llamada la Venus de Ébano, entonces de 18 años.