Maxi Araújo, Darwin Núñez y Viña anotaron los tantos en un debut de Copa América en el que se falló más de lo que se acertó
Es difícil decir si fue una victoria contundente o un paso en falso, porque es bastante ambigua la imagen que dejó Uruguay en el triunfo 3-1 sobre Panamá. Jugó un primer tiempo espectacular, en el cual debió haber dejado liquidado el partido, pero decayó en el segundo periodo, la pasó mal, le pudieron haber empatado y aseguró los tres puntos en los últimos 5 minutos.
Presión, dinámica, juego fluido, transiciones rápidas de defensa a ataque y de ataque a defensa, profundidad y un golazo. Todo eso mostró Uruguay en la primera media hora de juego ante Panamá. Fue una tormenta tropical Celeste la que sacudió a Miami, pero el daño fue mínimo. Los dirigidos por Marcelo Bielsa debieron haber hecho tres o cuatro goles en la primera mitad y así haber liquidado el partido rápidamente, pero la falta de eficacia a la hora de definir lo hizo sufrir hasta el final.
Con un despliegue físico impresionante Uruguay minimizó a Panamá, transformando en figura al arquero Mosquera. Los canaleros en algún momento se temieron lo peor, pero cuando se preparaban para que el vendaval los azotara se encontraron que no llegaba nunca. Entonces pensaron: si la pasamos tan mal y solo perdemos 1-0, podemos animarnos a algo. Y se animaron.
Todo el desgaste que hizo Uruguay en el primer tiempo lo pagó en el complemento porque bajó la intensidad, la presión ya no fue tan efectiva, el control de la pelota desapareció, las llegadas al arco rival fueron más esporádicas y no tan peligrosas y de a poco Panamá creció hasta poner en aprietos a Rochet, que durante los primeros 45 minutos había sido un turista más en Miami con un lugar privilegiado para ver el partido. El problema para el equipo centroamericano fue que tuvo el mismo problema que La Celeste: desperdició su momento y lo pagó caro.
Aquel equipo firme, solidario a la hora de recuperar la pelota, que tuvo a un pulpo en el medio como Manuel Ugarte para cortar avances rivales y a un Facundo Pellistri sacrificado para hundirse en algún momento entre los zagueros, se apagó casi completamente en el complemento. El ingreso de Nicolás De la Cruz revitalizó a la ofensiva y así Uruguay salió del agobio, dejó el nerviosismo de lado y retomó el control del juego. Darwin Núñez y Matías Viña hicieron el resto con dos goles en los últimos cinco minutos.
Además de los tres puntos en el debut, que en definitiva es lo trascendente, Uruguay se lleva una lección importante (además de preocupaciones por las molestias de Ronald Araújo, Mathías Olivera y Nahitan Nández): debe regular mejor las energías y principalmente tiene que conseguir mayor contundencia en ataque para no pasarla mal.
Fuente: La Oral Deportiva