El Viajero Ilustrado sabe que hay gente que viaja porque va en busca de adrenalina pura… y también están quienes esperan encontrarse con fantasmas. Créase o no, hay turistas que se sienten atraídos por los misterios y nada más misterioso que lo inmaterial que se materializa en nuestras mentes.

El Viajero recorre en el centro de Winnipeg, en Manitoba, Canadá, el hotel Fort Garry. Esta casona de más de 100 años fue el primer gran edificio comercial, pero su fama creció tanto porque ya nadie duda de que “el hotel está embrujado”. Cuentan que hace unos años una mujer fue brutalmente asesinada en la habitación 202. Otros dicen que se suicidó. Lo cierto es que a partir de ese día, los huéspedes alegan ver “apariciones” y escuchar ruidos horripilantes. Más de uno, se dice, salió corriendo por los amplios pasillos de Fort Garry.

De una gran belleza arquitectónica y con siglos de historia encima, el hotel Stanley, en Colorado, EE.UU., ha sido y es, el jardín de los ricos y famosos. Al parecer, en la habitación 418 se produjeron algunas muertes violentas y luego se observaron fenómenos paranormales que no tuvieron trascendencia hasta que esa habitación fue ocupada por el novelista Stephen King. Precisamente allí escribió “El resplandor”, uno de sus relatos más inquietantes. Quienes se hospedan en el número 418 dicen escuchar espíritus trasnochados.

El Castillo de Ballygally, en Irlanda del Norte, hace equilibro al borde de la bahía del mismo nombre. Este edificio es “un encantador castillo, de color verde azulado con vistas al mar”, según lee El Viajero en las guías turísticas. Sin embargo, debe su fama no a la belleza del paisaje sino a sus presencias volátiles. Con casi 400 años de historia, el castillo no sólo es majestuoso; también es tenebroso: los espíritus deambulan por sus numerosos salones e impecables jardines. Todo por culpa de Lord James Shaw, que encerró a su esposa Lady Isobella Shaw porque la mujer no lograba concebir un hijo varón. Lady Isobella golpeaba puertas y ventanas para que su marido no se olvidara de ella. Finalmente, en su desesperación se arrojó por la ventana de la torre que mira al mar.

Los australianos han hecho de los fantasmas un imán turístico. Cárceles abandonadas e islas de difuntos atrapan a centenares de turistas. El Port Arthur Ghost Tour es un “paseo” por ese puerto donde perduran, dicen, los gritos de los reclusos y asesinos. El tour parte del “centro fantasmal”, el hotel Port Arthur Motor Inn. El guía ataviado con una larga túnica y capucha negra relata historias de presos y soldados, y hace sentir el aliento de los espíritus que moran la isla.

Cuando recorre estos inquietantes lugares, que no suelen ser sus preferidos, El Viajero sabe que la racionalidad también se acobarda y recuerda las palabras del sabio Stephen King: “Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan” .