—Su mensaje de Navidad puso énfasis en la necesidad de actuar ante la pobreza y la crisis de la educación. Resaltó experiencias de liceos como el Jubilar o Impulso. ¿Cree que hay inacción oficial?

—No, yo creo que el Estado hace mucha cosa. Hay programas muy buenos como Uruguay Crece Contigo o lo que el INAU procura hacer con la inteligencia de haber dado a ONG privadas la ejecución de programas. Lo que sí creo es que en el tema educativo es obvio que hay una falla del Estado y de la sociedad. Para mí lo más increíble es que Uruguay no tiene mucho margen de maniobra en cambios de sus políticas macro, entonces es ponerse de acuerdo. La mayoría de los técnicos ya se han puesto de acuerdo en los cambios que hay que propiciar. Ahí es evidente que hay trancas políticas, sindicales que han impedido que se lleven adelante las reformas que están a la vista que hay que hacer. Y en la pobreza ante todo hay que promover que las personas salgan por sí mismas y ahí entra el factor educativo como fundamental. Después hay un tema de la contraprestación que se da a los subsidios del Estado. Y hay un tema más complejo que es el sentido espiritual de la vida, que eso no solo toca a los más pobres sino a toda la población. Mientras la preocupación primera y casi única sea el tema material, económico, donde lo espiritual no entra como un elemento que ayuda a salir adelante a las personas, siempre nos vamos a quedar a medias porque si el horizonte es tener un poco más o un poco menos, la meta es muy baja. Un elemento clave para las personas es la confianza para decir: Yo puedo salir adelante. El tema es cómo ayudar a dar las herramientas. Desde el punto de vista religioso está dado por la fe en el Dios cristiano que nos invita a mejorar, cambiar, crecer, amar la vida, apostar por las cosas que valen la pena y todo eso es un potencial muy grande.

—Hay personas que tienen esas virtudes y no son católicas.

—Yo respeto y entiendo que hay personas ateas con valores increíbles, pero creo personalmente que muchos de nuestros ateos uruguayos tienen en el fondo un tipo de pensamiento cristiano que es lo que los alienta. A medida que van pasando las generaciones y el laicismo secularizador llega una generación tras otra, se va cortando el vínculo de esa formación cristiana de base que el Uruguay tenía, se va desdibujando esto. Puede haber personas ateas muy formadas y que encuentren elementos que los ayuden en su vida, pero la mayoría de la gente queda con un horizonte muy limitado si no tiene fe.

—Más allá de los problemas educativos y de pobreza se habla de una pérdida de valores como sociedad. ¿Lo percibe así?

—Sí, tiene que ver con lo anterior. El pueblo nuestro ha sido descristianizado, que es distinto a decir que hay una laicidad con pluralidad. Yo estoy de acuerdo en una laicidad en el sentido de una diversidad que se da en una sociedad libre y democrática, pero acá hubo un programa de descristianizar a la gente y poner como horizonte de vida un hedonismo limitado, de algunos que sostenían la vida como un viaje placentero. Y esa imagen, que implica tener seguridades que en Uruguay se transformaron en tener un empleo público, tener las cosas para vivir, la casita en la playa, han cercenado la dimensión más trascendental de la persona. Creo que parte de ese espíritu medio pesimista uruguayo tiene que ver con esta descristianización que sufrimos y que fue muy fuerte.

—La instalación de la imagen de la Virgen no se concretó. ¿Cree que fue parte de eso?

— Todavía está a estudio de la Junta Departamental y yo tengo esperanzas de que vote afirmativamente el colocar la Virgen. La iglesia intenta por distintos medios anunciar el mensaje de Jesús, lo que pasa es que quizás, por muchas razones, los católicos estamos como adormilados, entonces creo que lo que nos ha invitado el Papa Francisco y lo que hemos asumido con fortaleza en Montevideo, es eso de Iglesia en Salida para anunciar el corazón del mensaje cristiano que es que Dios nos ama y en Jesucristo nos salva y nos abre a un horizonte infinito de amor y por tanto la vida es bella y vale la pena ser vivida con intensidad, apasionada, donde dejar huella, donde vale la pena formar una familia, tener hijos, trabajar y dejar un mundo mejor. Todo eso es parte de una mirada cristiana de la realidad.

—¿Cuál es su estrategia para insertar a la iglesia en ese país más secularizado?

—Los católicos en Uruguay somos una minoría, el tema es que no seamos una minoría achicada ni se quede en el rincón católico donde muchos nos quieren tener. Dicen «¡cómo los respetamos!», mientras nos quedemos en el rincón. Eso es la negación de lo que es ser cristiano. El cristiano de por sí es alguien que quiere anunciar una buena noticia, entonces no me la puedo guardar. En Montevideo hay 83 parroquias, 130 capillas. 76 colegios, dos universidades, cantidad de obras sociales, una radio. Hay que ver cómo potenciarlo. Hoy estamos potenciando la comunicación social, la formación de los catequistas, que los templos estén abiertos algunas horas y no siempre cerrados, formando gente en las parroquias, y que en todas las parroquias pueda haber un grupo musical. Por otro lado hicimos Navidad con Jesús que ha sido un éxito.

—¿Por qué cree que tuvo ese éxito?

—Ha sido una demostración de que hay un hambre espiritual y que si la iglesia sale va a encontrar gente que está deseosa de recuperar la fe perdida o adormilada. Ha sido un llamado a despertarse a los católicos porque la gente que pone la balconera en su balcón dice soy católico o cristiano o creyente y celebro la Navidad. No Navidad de Papa Noel o consumismo sino con Jesús. Hace 100 años el laicismo uruguayo, —que ha sido muy dogmático y ha tenido un dogma fundamental que es un invento que es que lo religioso, sobre todo católico, pertenece al ámbito de la conciencia individual, entonces mientras quede en ese ámbito todo bien— no se da cuenta que el culto es la expresión pública de lo que uno cree y el cristianismo es obvio que no se va a quedar en un rincón porque pierde su esencia.

—El número de las 28.500 balconeras, aunque se multiplique por los integrantes de las familias y se considere que algunos no pusieron, no es un número grande respecto a la sociedad. ¿Por qué cree que no crecen los creyentes?

—No solo no crecen sino que los católicos están disminuyendo en Uruguay y lo que nosotros procuramos es frenar esta disminución y tratar de que, siendo conscientes que los católicos militantes somos una minoría, ser una minoría activa y proactiva contenta de la fe que vive y capaz de aportar a la sociedad y no un grupito achicado de gente que no sabe lo que quiere y le da vergüenza ser lo que es.

—¿Por qué decrece, entonces?

—Hay una serie de factores muy complejos. Primero ha pasado en todo occidente, Uruguay vivió un proceso secularizador muy fuerte, hubo un cierto quiebre en la transmisión de la fe en las familias, creo que la iglesia jugó al achique y no a potenciar el mensaje. Hay factores externos e internos. También hay cosas positivas. Hoy si puedo hablar de transmitir un mensaje es porque Monseñor Nicolás Cotugno compró una radio.

—Se habla de unos 60.000 católicos practicantes, pero unos 300.000 con piedad popular que concurren a la gruta de Lourdes, el Verdun, San Cono. ¿Cómo lo analiza?

—En Uruguay si bien hay religiosidad popular no es tampoco como la de otros países de América. Creo que ahí también pasa por cómo recreamos tradiciones cristianas que de algún modo se cortaron. Por ejemplo, el rezo del Rosario de la Aurora, para mi es una tradición que tiene que instalarse en Uruguay porque recoge una tradición antigua. O la fiesta de San Felipe y Santiago que son los patronos de Montevideo y fue durante toda la colonia y hasta fines de siglo XIX una fiesta popularísima y hoy lo más popular es la maratón. Hay que aprovechar las instancias donde hay una religiosidad popular, porque es importante.

—En los encuentros que ha tenido con el Papa las principales preocupaciones que le transmite son de índole administrativo o de la fe de los uruguayos?

—Mi mayor preocupación que he hablado con el Papa es cómo la iglesia uruguaya evangeliza en esta sociedad plural y laica con alegría. Yo percibo que está habiendo una renovación del ánimo eclesial en los laicos y en los sacerdotes y eso es muy importante.

Crecieron las limosnas y el déficit fue «superado».

El arzobispo de Montevideo y cardenal Daniel Sturla dijo que la iglesia «superó el déficit» que tenía la arquidiócesis de Montevideo gracias al «apoyo de la campaña Iglesia de Todos» para juntar fondos. También se hicieron aportes a través del Fondo Común Diocesano y las limosnas en general. «La situación está saneada, pero la iglesia depende del aporte constante de los fieles y es muy importante que los fieles tengan conciencia que son ellos los que tienen que sostener la iglesia», dijo Sturla. La Iglesia Católica ahora sumó un «Club Católico» con beneficios «espirituales y materiales» cuyos fondos irán a fortalecer el financiamiento del multimedio creado. Sturla lo justificó diciendo que «estar en los medios de comunicación supone invertir en eso».

Además dijo que la Fundación Sofía que atiende a los colegios católicos en problemas, en 2017 atenderá 17 instituciones. «No queremos que cierre ningún colegio católico más».

«No tengo expectativa de archivos del vaticano».

«Yo no tengo expectativa que pueda haber datos con respecto al tema concreto de desaparecidos porque también hicimos un relevamiento en los archivos de las curias diocesanas y no los hay. Lo que se encontraron fueron algunas cartas de familiares pidiendo datos, pero no datos del otro lado y no creo que el archivo del Vaticano haya nada relevante al respecto», dijo el cardenal Daniel Sturla a raíz del pedido del presidente Tabaré Vázquez al Papa Francisco de que abra los archivos. Sturla agregó que en los datos que se han recogido en Uruguay y enviado a los familiares el problema que ha surgido es que al ser anónimos «faltan detalles» que no pueden indagarse.

 

 

FUENTE: DIARIO EL PAIS