Recién llegado a la Argentina desde Corea del Sur, el primer perro clonado de América latina ya es una estrella mediática y, tal vez, el primer exponente de una industria naciente: la controvertida clonación de mascotas.
«Nos trajeron una muestra de la oreja, que se tomó cuando el animal había muerto -cuenta Daniel Salamone, director del Departamento de Producción animal de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) y de la International Embryo Transfer Society-. Cultivamos y reprodujimos las células en el laboratorio. Como era un animal viejo, equiparable a un ser humano de 80 años, tenían menos capacidad de dividirse.»
Según explica el investigador, pionero de la clonación en el país, y que desarrolló las técnicas que permitieron clonar bovinos, equinos, felinos y porcinos, las células que sirven son los fibroblastos, de la dermis, no así las de la epidermis.
«Ponemos la muestra en una cápsula de Petri y esperamos hasta 12 días para que vaya liberando las primeras células, que se pegan a la placa -detalla-. Las separamos con enzimas y las colocamos en otra donde tienen espacio para crecer hasta que quede totalmente cubierta de esas células.»
En una placa puede haber hasta cinco millones de células; se producen hasta 15 placas, y 20 o 25 viales (frascos). La mayor parte de ellas se enviaron al instituto surcoreano que se encargó de preparar el embrión. «El recurso genético es interminable», comenta Salamone.
Paso a paso
Aunque en el país hay amplia experiencia en la clonación de todo tipo de mamíferos, en el caso del perro hay una dificultad particular. En general, para generar un embrión por clonación, se usa un óvulo sin núcleo al que se le fusiona el núcleo de una célula madura (obtenida del animal que se quiere reproducir). «El problema crítico es que uno tiene que madurar el óvulo antes de sacarle el núcleo -dice Salamone-. En todas las especies, eso se puede hacer en el laboratorio, pero en los perros, no. Y eso requiere facilidades que no teníamos. Estamos desarrollando tecnología para mejorar este paso.»
De modo que las células provenientes de Anthony se enviaron a Seúl, a la compañía Sooam Biotech, que tiene cientos de canes clonados. «Ellos pegaron la célula entera a un ovocito enucleado [sin núcleo] y luego lo implantaron en la perra que hizo de madre sustituta», afirma Salamone.
Daniel Jacoby, directivo de la compañía local Bio-Can, que representa en la Argentina a Sooam Biotech, cuenta que Anthony II nació el 10 de junio, y goza de buena salud. Se supone que tendrá una expectativa de vida similar a la de los individuos gestados por procreación natural. «Los telómeros, extremos de los cromosomas, se van acortando con la edad -explica Salamone-. En el caso de [la oveja] Dolly se pensó que eran más cortos que lo que correspondía a su edad, pero a posteriori hubo más de cinco trabajos que mostraron que, con la clonación, había un rejuvenicimiento de la célula.»
Aunque no quiere dar mayores precisiones, Jacoby comenta que el precio de uno de estos procedimientos puede estar entre los 70.000 y los 100.000 dólares. Y que ya recibió consultas de interesados de la Argentina y de otros países de la región. Salamone aclara, sin embargo, que el perro clonado no es una réplica del original. «Es más bien como un hermano gemelo -dice-, con el mismo material genético, pero diferencias por la influencia del medio ambiente.»
FUENTE: LA NACION