Por Gonzalo Hernández Waller (@gonzalohzw)
La semana pasada la red se vio invadida por una horda de fanáticos enfurecidos con una película estrenada por Netflix. La indignación era grande y llamó mi atención. Que no le hace honor al manga, que cambiaron totalmente la historia y la convirtieron en algo superficial, que arruinaron a los personajes originales, entre otras, fueron las cosas que se leyeron en Twitter bajo el hashtag #DeathNote. Tanto la palabra “manga” como la película Death Note me eran desconocidas, así que me puse a investigar.
La palabra “manga” es el equivalente a “historieta” en japonés. Los kanjis (caracteres) que correspondientes a “man” y “ga” significan “informal” y “dibujo” respectivamente, por lo que, simplificando bastante la cosa, manga significa “dibujos caprichosos” o “garabatos”. En Japón los llaman “imágenes insignificantes” porque se venden más de mil millones al año. Tuvo su origen entre 1868 y 1912, con la llegada de visitantes de occidente a Japón y la mezcla cultural que esto generó: la combinación entre arte grafico japonés y la historieta occidental dio como resultado el manga, que tiene como principales características personajes caricaturescos en un entorno realista y los ojos de los personajes grandes, propios de individuos de occidente. (Esto se debe a la influencia que tuvo Disney en Osamu Tezuka, conocido como el padre del manga moderno)
Ahora tenemos una idea de lo que es el manga. Continuemos. En diciembre del 2003 se publicó Death Note, escrita por Tsugumi Oba e ilustrada por Takeshi Obata. Inmediatamente se convirtió en un éxito absoluto, conquistando millones de fanáticos. Tanto así que en el 2006 se estrenó un anime basado en el manga (un anime es una serie animada, en otras palabras, dibujos animados) que, al igual que la obra original, fue muy exitoso. Este anime, que fue dirigido por Tetsuro Araki, cuenta con 37 episodios con una duración promedio de 20 minutos cada uno. Luego, entre el 2006 y el 2008 se estrenaron 3 películas en imagen real basadas en el manga. Hasta acá todo bien. Pero Hollywood.
Como tantas veces pasa con un producto audiovisual exitoso en tierras lejanas, llegó la inevitable versión estadounidense. Generalmente, estas nuevas versiones no tienen el mismo éxito que las originales. Y esta no es la excepción. La película Death Note en acción real de Netflix está protagonizada por Nat Wolff, conocido entre el público adolescente por aparecer en la película Ciudades de Papel, que interpreta a Light, un estudiante que encuentra una misteriosa libreta y descubre que tiene el poder de matar a la persona cuyo nombre se escriba en ella. Lo acompañan Willem Dafoe como Ryuk, un ser de otro mundo que vino “de regalo” con la libreta, y Margaret Qualley, el infaltable interés amoroso en este tipo de adaptaciones.
Light pronto se entusiasma demasiado con el poder de la libreta y se propone ser una especie de salvador del mundo y utilizarla para “hacer el bien”, matando criminales de todo tipo que, según su criterio, merecen morir para crear un mundo mejor. Pero la muerte de tantos criminales de forma inexplicable no pasa desapercibida para la policía y pronto Light se encuentra en problemas: por un lado, es perseguido por L, un detective misterioso cuyo nombre y aspecto todo el mundo ignora, y por otro lado, por su propio padre, jefe de la policía.
La película no parece ser mala al comienzo, ya que el concepto sobre el que descansa es muy atrapante. El problema comienza al avanzar y dejar ver una trama sin densidad de contenido, con personajes chatos y aburridos que no tienen un trasfondo que los respalde. Y esto se profundiza si nos tomamos el tiempo de ver el anime. En comparación, la animación es una maravilla. La base es la misma: un adolescente encuentra la libreta y la usa para matar criminales. La forma en la que lo hace y las subtramas que toca son de mucho mayor impacto emocional y profundidad simbólica, incluso filosófica. El propio personaje principal es diferente: En la historia original, es un alumno muy destacado e incluso popular, mientras que en la película de Netflix es un “bicho raro”. Un giro que no funciona porque la inteligencia y arrogancia del personaje en el anime son características que lo vuelven atractivo como personaje, sobre todo frente a la misión que se plantea.
Teniendo en cuenta que el anime fue anterior, es casi imperdonable que al hacer la película se haya hecho una elección tan mala de las tramas a incluir, dejando afuera aspectos que hacen de la historia original una obra obligada. Es imprescindible mirar ambas. El anime porque es una obra de arte (no se si lo es dentro del sub genero porque estoy dando mis primeros pasos en el mismo, pero seguro lo es como obra reflexiva) y la película para poder apreciar qué es lo que no se debe hacer al adaptar un material.
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