La murga Los Saltimbanquis volvió a pisar el Teatro de Verano después de 20 años.
Foto: Yohana Parodi
Dos décadas pasaron para que el público carnavalero volviera a vivir esa noche tan ansiada con uno de los conjuntos históricos de la fiesta popular, que retornó al lugar donde pertenece y se plantó sobre las tablas del Ramón Collazo para ponerle broche de oro a la tercera etapa de la prueba de admisión.
En la repleta platea se palpitaba la emoción de la gente que acompañaba con el canto al coro dirigido por Diego Berardi que se escuchaba desde atrás del telón entonar las estrofas de la clásica retirada del año 1975.
Apenas salió Álvaro Recoba al borde del escenario para presentar a la murga de la Unión, el Teatro de Verano se transformó en una constelación de estrellas representadas por los muchísimos flashes de celulares que querían registrar y guardarse ese momento en su recuerdo para volver a verlo una y otra vez.
El telón se abrió y comenzó la magia. La incomparable voz de Ricardo «Canario» Villalba rompió el silencio con un solo que deleitó a los espectadores por alrededor de un minuto donde la emoción contenida por 20 años estalló en los gritos de varios de los veteranos que presenciaban el renacer de Los Saltimbanquis con los ojos inundados en lágrimas de felicidad extrema.
Fiel al estilo de la murga, en la presentación no faltó la bomba y plena, ni el canto a toda fuerza con el ritmo característico del estilo de la Unión, y el espectáculo transcurrió con una serie de situaciones de humor autorreferencial y la temática acerca de cómo debe ser la murga en comparación con la de hace dos décadas, con la dupla de Diego Bello y Claudio Rojo a cargo de llevar el hilo de la actuación.
El cierre de la épica noche se dio cuando la murga arrancó a bajar del escenario con Enrique Espert a la cabeza del conjunto para zambullirse en el mar de abrazos que los esperaban al pie de la escalera al grito de «Los Saltimbanquis nomá», con la certeza de que se van pensando en volver un día y seguir cantando, y seguir cantando.