Madame Gótica, Yambo Kenia, Aristóphanes y La Trasnochada presentaron a vecinos que con mayor o menor destaque, podemos encontrar cada día en nuestros barrios

Fotografía: Yohana Parodi

 

La revista de Katya Zakarian fue la encargada de abrir la noche en un Teatro de Verano con buen marco de público aunque lejos de agotar las localidades. En cuanto al espectáculo, Graciela Villar encarna a Reina, una mujer de 40 años que mientras vive con cierta añoranza hacia sus 20, se acepta y reconoce en sus diferentes roles. Su vínculo con sus hijos, con el marido, las amigas y con ella misma.

Pero sobre todo con una sociedad que la juzga y la presiona. Graciela se destaca por su versatilidad, cantando, actuando y regalando también algún paso de baile. Un excelente cuerpo de baile que sufrió algún traspié, pero que en la rueda de ajustes seguramente llegue hasta donde se proponen.

De allí nos mudamos al Prado, donde en su renombrado hotel se desarrolla la historia que nos contó Yambo Kenia, un recorrido por la historia de Pedro Ferreira, autor entre otros temas de «La llamada», la que Eduardo Da Luz tararea en varias oportunidades.

Sus inicios como canillita, la relación con su hijo, la historia de la comparsa Fantasía Negra, su cercanía con Nicolás Guillén y su compromiso con los derechos afroamericanos, todo lo que fue puntapié para sendas representaciones con bailarines y músicos.

La fuerza de Yambo se hizo sentir una vez más en su cierre donde invitaban «canta junto a mi, baila sin parar», tras haber sorteado algún problema con el audio.

El equilibrio es lo que buscó Aristóphanes a lo largo de la noche, apostando a dos parodias muy distintas y enfocadas desde lugares bien distantes, la primera Karate Kid, con un Daniel muy simpático que arrancó risas de la platea.

La segunda parodia, por la que fueron duramente cuestionados, según cuentan ellos mismos en el espectáculo, fue a Wilson Ferreira Aldunate, lo que llenó el Teatro de emoción con los relatos de su hijo Gonzalo, de Jorge Batlle, de Luis Alberto Lacalle y de Carlos Julio Pereyra en impecables imitaciones, que dieron el marco necesario para que no se perdieran detalles, sobre todo de su vida política.

Con boleadoras y botas hicieron sentir de forma clara la llegada de los militares el poder, y entre aplausos el público despidió, una vez más, a Wilson.

El cierre de la noche estuvo a cargo de La Trasnochada, que con un afilador en bicicleta que atravesó el escenario antes de que se corriera el telón dio comienzo a un espectáculo en el que se sintió la ausencia de los momentos humorísticos de Maxi Orta, y así se comentó en el pedregullo.

Con mucha crítica en el salpicón, del que no se salvó nadie, el gobierno argentino, el uruguayo, el fútbol, la Mutual, , Mercedes Vigil y hasta las mentes chiquitas, esas que opinan que las murgas con mujeres se van «aputasando», además se recordó que en la memoria siguen presentes los estudiantes de Ayotzinapa y Santiago Maldonado.

Este cuadro del barrio tuvo tiempo también para representar el fenómeno social del «cazanoticias» que pelea por las primicias dadas en redes sociales, y para analizar, con dura crítica, de que manera, la paciencia es una ciencia y muchas veces «es mejor la pastilla que aguantar» refiriéndose a los niños que se medican.

Un coro claro y potente, que cerró con una despedida de esas a las que ya nos tiene acostumbrados esta murga que aún mantiene mucho de su perfil más joven.

La octava fecha tendrá a Revista La Compañía, Murga La Margarita, Parodistas Zíngaros y Murga Patos Cabreros, desde las 20.30 en el Teatro de Verano.