Se celebraron las fiestas de San Isidro, de las más castizas de Madrid. Chotis, claveles, rosquillas y mucha luz y color llenan las calles de la capital durante los días que duran los festejos, que este año se han teñido de feminismo gracias a la campaña publicitaria del Ayuntamiento de Madrid. Pero el origen de la celebración de San Isidro como fiesta de Madrid tiene, como la mayor parte de las fiestas de la geografía española, un carácter puramente religioso.
Allá por el siglo XI, nacía de una familia humilde en Maŷrīṭ —el Madrid de la época árabe— un pequeño que, sin poder recibir educación, heredó de sus progenitores una profunda fe en la religión cristiana. Ya solo a la edad de 10 años comenzó a trabajar como labrador para la finca de Vargas, y años después se casaba con la entonces campesina María Toribio y ahora recordada como Santa María de la Cabeza. Sus asiduos paseos por los templos cristianos de madrugada, antes de comenzar a trabajar, le valieron críticas de sus compañeros, que lo acusaban de vago. Cuando el señor de la finca supo de estos rumores, decidió observarlo, y si bien veía que Isidro entraba más tarde a trabajar, mientras él oraba en la iglesia, un personaje —»quizás un ángel», dice la agencia de prensa religiosa ACI— guiaba sus bueyes, que araban el campo como si siguieran las órdenes de un campesino.
Se cuenta que su solidaridad no tenía límites, y que lo que ganaba lo repartía entre su familia, el templo y los pobres. También que una vez, estando en el campo con su hijo pequeño, la canasta donde estaba el bebé se cayó accidentalmente al fondo de un pozo profundo al que no podrían llegar. «Entonces se arrodillaron a rezar con toda fe y las aguas de aquel aljibe fueron subiendo, hasta que apareció la canasta con el niño, y a este no le había sucedido ningún mal», relata ACI. En otra finca en la que trabajó, a Isidro le repitieron aquellas críticas que le habían hecho en la finca de Vargas, así que el nuevo patrón, al que le habían llegado las acusaciones de absentismo laboral, lo puso a cultivar una parcela de tierra. Y esta produjo el doble que las de los demás labradores.
Murió a los 90 años y la Iglesia le atribuye un total de 438 milagros, entre ellos el de elevar las aguas del pozo en el que se encontraba su hijo, el de arar la tierra con ayuda de su fe, el de mantener su cadáver incorrupto años después de muerto o el de sanar a los enfermos. Entre los afectados, el rey Felipe III, cuya enfermedad no conseguía ser curada por los médicos: los restos de Isidro parecieron alargar la vida del entonces moribundo monarca, recién regresado de Portugal.
La Plaza de Mayor fue uno de los 15 escenarios en los que se desplegó la programación de festejos, que tiene en Las Vistillas y en la Pradera de San Isidro los principales focos de actividad. También albergaron eventos la plaza de Oriente, la Rosaleda del Parque del Oeste, el Parque de El Retiro y el de Tierno Galván; el Templo de Debod, las plazas de Colón, Sánchez Bustillo y Conde de Barajas; el Paseo del Prado, la calle Juanelo y el entorno de Madrid Río.
El guiño a la tradición, bien representada por el chotis, los atuendos castizos y el cocido madrileño, se fija esta vez en la recuperación del sonido del organillo como banda sonora de fiestas y verbenas. Sonó con profusión durante el Baile Vermú Castizo que tuvo lugar en la Pradera de San Isidro. No faltaron tampoco pasacalles y actuaciones callejeras para niños.
El homenaje al alcalde Enrique Tierno Galván en el centenario de su nacimiento se ha abierto también un hueco en la programación de San Isidro con dos espectáculos piromusicales en los que sonaron adaptaciones de clásicos musicales de La Movida realizadas por el músico y compositor Luis Miguel Cobo.