Una historia de desgaste y cansancio, sin apoyo, pagando el precio de los problemas internos entre los dirigentes y los mandos medios Leonardo Ramos deja Peñarol.

Ya no es noticia, un entrenador campeón, que revirtió la racha clásica, nunca entró en el corazón del club, quizás por su forma “chucara” de ser, sin “vender humo”, a veces ser frontal cuesta caro.

Hace rato que Ramos sabe que se va, tenía pensado decírselo a los jugadores apenas se supiera el desenlace de la Libertadores, luego lo diría al presidente del club antes de ir a la conferencia de prensa donde anunciaría su decisión.

El presidente lo interceptó en el trayecto, se acercaron Catino y Ruibal y previamente a correrse para ser vistos por la prensa en una especie de “acting”, lo convencieron de que por lo menos no anunciara nada, luego en otra puesta en escena fueron a la conferencia de prensa a darle un beso. Como dijo mi compadre Gustavo Ricci “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.

Ramos se vio sorprendido por las muestras repentinas de apoyo, el en el fondo sabe que el presidente tiene otros nombres en mente, decidió postergar su anuncio, hoy ya es noticia.

En reiteradas conferencias Ramos no entendía por que tanto cuestionamiento, era campeón, ganó clásicos, tenía buenos números, sin embargo nunca un reconocimiento, siempre mas cerca de la puerta que dentro del club. La noche en que Damiani se fue a dormir pensando en sacarlo al día siguiente, con el apoyo de Barrera y el apoyo hacia el entrenador de la oposición que finalmente lo mantuvo en el cargo fue una herida que nunca cicatrizó. El oficialismo lo sacaba, la oposición lo mantuvo, después salio campeón y todos se vieron obligados a callar la boca, calla pero no olvida, el desgaste diario y el primer objetivo no cumplido fueron suficientes,

Ramos que dilataba semanalmente la insistente oferta de Arabia, un día dijo basta.

(Por Ernesto Faría)