Una sucesión de hechos lamentables, no estamos preparados para vivir una fiesta del fútbol. El VAR determinó que la final de la Libertadores sea entre Boca y River y la bomba le explotó en las manos a los dos clubes, a Argentina y a la Conmebol; nadie supo como organizar la final.

(Por Ernesto Faría – La Oral Deportiva)

EL PRINCIPIO

Todo nace con el allanamiento de la propiedad de un “barra” que tenía entradas “truchas” para el partido en Nuñez. Lo que sucede a partir de ese momento es una nebulosa de sospechas. Lo inexplicable de los hechos abre todas las dudas, el trayecto del ómnibus de Boca entregado al embudo de hinchas de River, que nunca debieron estar en ese lugar.

El Xeneize llegó infinidad de veces al Monumental, parece mentira que en el partido donde no hay hinchada visitante y solo hay que proteger una delegación falló el operativo. Los rumores de una emboscada entregada invaden los medios, lo inexplicable del episodio lo justifica.

EL SHOW DEBE CONTINUAR

Luego la demora de Conmebol en suspender el partido, su presidente, Alejandro Domínguez, más interesado en que el show continúe, presionó para que el partido se juegue con un equipo que no estaba en condiciones de competir, preocupado por cumplir los contratos televisivos y hacer buena letra; no le importó lo deportivo. Lo postergaron 24 horas como si las astillas incrustadas en el ojo de Pablo Pérez fueran a desaparecer por arte de magia.

LA VENTAJA DE LA DESVENTAJA

Aquí nace otro episodio triste, los presidentes acuerdan dirimir esto en la cancha. Rodolfo D´Onofrio se va a dormir tranquilo pensando en la palabra empeñada de Daniel Angelici, quien se va a la almohada con la presión de su interna y al día siguiente piensa ganar en los escritorios, cuando había prometido terminar la historia en el campo de juego.

Boca piensa en tomar revancha del 2015, cuando quedó eliminado por un fallo, y la idea de ganar ahora en los escritorios lo seduce. Lejos de pensar en jugar pide la suspensión del partido y complica a la Conmebol.

UNA JUGADA MAESTRA

Al pedir la suspensión, pone la bomba en manos de Domínguez, y al insistir en que de ninguna manera juega, mete una extrema presión que surte efecto. El presidente de Conmebol sin saber el fallo de la unidad disciplinaria ya saca la final del Monumental, cede ante la presión de Boca y condena a River. Ya no hay igualdad de condiciones.

Domínguez lleva la final a su tierra y traslada la atención a Paraguay. Antes de la decisión, el jefe de Policía ya salía públicamente a contar el operativo y la fecha de la final.

A pesar de haber un fallo pendiente, el presidente de Conmebol fija fecha para la final. La presión se traslada al tribunal que debe decidir si da por terminado el partido, con quita de puntos, o sanciona a River pero permite que el partido se juegue.

Angelici tira toda la presión diciendo que no va a jugar y utilizará todos los recursos legales, incluyendo el TAS. La apelación no tiene efecto suspensivo, salvo que Boca pida medida cautelar y se la den, cosa difícil. Por lo tanto el partido podría jugarse sin certeza jurídica de que el resultado determine el definitivo campeón.

LA ÚLTIMA VERGÜENZA

Sería una vergüenza que un equipo gane en la cancha y luego un fallo cambie el campeón, no me imagino que River salga campeón y luego un fallo de apelaciones o del TAS diga que el partido es nulo y cambie al ganador, sería la vergüenza final.