Ha cerrado el 2019, ya estamos en los primeros 15 días del 2020 y se puede hacer una primera evaluación de lo que ha sido el pasado año para una América Latina que se ha visto sacudida por una ola de estallidos sociales y políticos.

Por Antonio Ladra

En Ecuador, en Chile y Colombia, los estallidos sociales están en desarrollo y también las crisis políticas: en Perú con un grave choque de poderes donde no se avizora una solución a pesar de las elecciones pautadas para este mes y un grave conflicto post electoral en Bolivia, para algunos un golpe de Estado de nueva generación. Esto se sumó a las ya perennes crisis en Venezuela y Nicaragua.  A nivel económico también hubo dificultades. El crecimiento económico fue anémico: 0.1% promedio regional, según datos de la CEPAL y la pobreza volvió a crecer, llegando al 30.8%. Según este organismo, la reducción de la desigualdad se estancó e incluso volvió a subir en algunos países.

Daniel Innerarity es catedrático de filosofía política y social, investigador en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. En una columna publicada en El País de Madrid en noviembre de 2019 habló de democracias irritadas para referirse a la situación que se vive cuando estas se ven sacudidas por explosiones de indignación bajo la forma de protestas, irrupción del populismo y malestar general. “No es que se trate de fenómenos estrictamente nuevos y además forma parte de la naturaleza de la democracia su imprevisibilidad y la legitimidad de la protesta, pero su concentración parece estar diciéndonos algo que no habíamos advertido suficientemente. Beirut, París, Barcelona, Quito, Santiago de Chile, Hong Kong…, pero también incrementos de la extrema derecha y del populismo en sus distintas versiones en Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, España, Brasil e Italia”, escribió Innerarity.

Asumiendo la definición de Innerarity, la región ingresó entonces al 2020 en un escenario de ‘democracia irritada”, hay enojo ciudadano, crispación social, malestar con la política y una gobernabilidad que se muestra compleja.

Al inicio de la década pasada Sudamérica estaba dominada por gobiernos de centroizquierda o de izquierda, ahora ha cambiado, pero las sociedades cambiaron radicalmente y los gobiernos conservadores no logran imponerse culturalmente. En las urnas ha habido un voto castigo hacia los partidos oficiales, y en la calle, un fuerte reclamo a los gobiernos de turno. De las 14 elecciones celebradas entre 2017 a 2019, sin tomar en cuenta a Bolivia, cuya elección fue anulada, en nueve ganó la oposición, pero los nuevos oficialismos estarán bajo el escrutinio popular sea cual sea su signo ideológico.

Según la CEPAL, en el 2020 el crecimiento económico seguirá con bajos niveles; prevé 1.3% promedio regional. La mezcla del bajo crecimiento económico, la creciente inestabilidad y el fantasma de los ajustes no promete buenas noticias para la región.

Según el mapa de riesgo de inestabilidad de The Economist 2020, los países más vulnerables durante el presente año son: Nicaragua, Guatemala, Brasil, Honduras, Chile, México y Paraguay. Llamativamente no aparecen en esta lista ni Argentina ni Bolivia o Venezuela. Tampoco Uruguay, claro. Si se observa la magnitud de los problemas de esos países es lógico, que Uruguay, pero que aquí los hay los hay. De todas maneras, habrá formas de zurcir los problemas, por ejemplo la caída de los puestos de trabajo.

El Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT presentó un informe donde se estima que desde 2014 a 2019 se habrán perdido 55.000 puestos laborales, y que el desempleo rondará el 9%.

El sector con más pérdida de puestos de trabajo durante ese período –sin contar el último bimestre de 2019– fue el de la industria manufacturera, con 28.700 puestos menos. La construcción le sigue con 15.692; el área rural, con 15.177, y el comercio –al por mayor y al por menor–, con 20.045. Con respecto al mes de noviembre particularmente, ratificaron que la tasa de desempleo fue de 9,2% y la de empleo de 57,2%. En comparación con las cifras de noviembre del 2018, el desempleo aumentó 1,8% y la tasa de empleo 1,4%. Diciembre de 2014 fue la fecha récord de mayor ocupación: 1.678.000. A noviembre de 2019, cayeron 53.300 puestos laborales. 

Por lo pronto ya hubo una reunión entre el gobierno electo con el PIT CNT y de allí salió una buena señal, porque volviendo a Innerarity “la reconstrucción de la confianza en una democracia requiere el concurso de todos y poner en juego factores diversos. Las derechas desconfían de los gobiernos porque los creen ineficaces y las izquierdas porque son poco participativos; unos confían demasiado en los expertos y otros confían demasiado en la gente. 

Mientras no suturemos esa ruptura entre los resultados y los procedimientos, de manera que haya tanta delegación como sea necesaria y tanta participación como sea posible, seguiremos teniendo motivos para no confiar en las buenas intenciones de los gobiernos, pero será igualmente razonable no confiar demasiado en la sabiduría popular. Y mientras tanto la intervención de la gente en el proceso político será una irritación ocasional, que tensiona sin transformar y se resuelve finalmente en frustración colectiva”.

En suma, el papel de los gobiernos es hacer crecer a sus economías, y para ello se requiere negociar un nuevo pacto social y ahí es donde está el mayor desafío que debe encarar la administración multicolor.


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