Poco a poco el país, y con los debidos resguardos, comienza a retornar a la vida anterior, a la normalidad y digo esto entre signos de interrogación, porque, ¿era normal la vida anterior al COVID 19?

Lugar a dudas, por Antonio Ladra.

Existe una mirada puesta en lo que pasa en el norte del país. Preocupación, sí, pero aquí pongamos del Río Negro para abajo nos hablan de volver a la vieja normalidad. Y ya lo hacemos, aunque me parece que en plan triunfal y no sé si debería ser así.

Hay precauciones que debemos tomar, nuevas precauciones a las que ya teníamos en la vida anterior al COVID 19, y hay cambios.

Hay cambios o re-significaciones en las percepciones. En las civilizaciones orientales la mirada lo dice todo: los ojos hablan. Pero aquí, en Occidente no tanto, la información es más completa más gestual, de toda la cara, los ojos, pero también los labios, en una expresión facial mucho más abarcativa y ese es un nuevo lenguaje a decodificar. Ahora, con los rostros detrás de los tapabocas, y a distancia que son algunas de una de las precauciones que debemos tener y a las que nos debemos acostumbrar, queda al descubierto tan solo un 20 por ciento de la cara, por lo tanto, tenemos que descubrir cómo es una persona, que señales nos da, que información nos brinda, solo mirándola a los ojos, cosa que antes no hacíamos con tanta frecuencia o nos costaba hacerlo.

Ahora ya no suena tanto lo de #quedateencasa. Tenemos luz verde para salir, para pasear pero, quizá suene raro, a muchos les da verdadero pánico retomar la rutina que tenían antes de la pandemia. Antes sus vidas era una locura, si las comparamos con la forma de vivir en medio de la alerta sanitaria. Muchos se han dado cuenta que ese ese estilo de vida no tenía razón de ser. Gracias a esta pausa, a estar en casa, muchos han podido darse cuenta que no era una buena vida lo que vivían. Pero otros están esperando que abran los shoppings o los estadios para invadirlos como una manada.

Al principio, la cuarentena fue muy dura para mucha gente. Nos sentíamos frustrados, enojados, vacíos, no nos merecemos esto: yo que trabaje toda una vida y ahora quería disfrutar me tengo que quedar en casa. ¡No vale! Pero poco a poco fuimos encontrando una rutina nueva, más personal. Aparecieron nuevos ritmos que quizá no sean perfectos, pero nos resultan preferibles a los que teníamos antes. Al ser humano al fin y al cabo se le da bien esto de adaptarse.

Montevideo, Uruguay, a 1 mes del inicio de la cuarentena voluntaria. Foto: Gastón Britos / FocoUy

Igual queremos creer que esto no va a ser para siempre. No sabemos si la situación irá a mejorar o a empeorar. Creo que al menos en la primera etapa será peor. Falta trabajo, 170 mil personas en el seguro de paro lo demuestra. Hay mucha gente durmiendo a la intemperie, unas mil personas, aproximadamente. Empresas que cierran, y no hablo de las grandes hablo del pequeño comerciante y los pequeños emprendimientos que no pudieron resistir. Cientos de locales vacíos con el cartel de se alquila o se vende en sus fachadas son parte de un paisaje de esta nueva normalidad y eso no habla bien de una economía y un pais que, a todas luces no anda bien y ojo, no culpo ni a este gobierno ni al pasado. El Uruguay se juega los boletos a UPM, todos los boletos: el trabajo el ambiente, todos los boletos… No sé si es bueno, pero como dice Alberto Kesman y advierto que es una expresión que no me gusta: ¡Es lo que hay valor!

La vida de antes del coronavirus ya no va a volver. Por eso creo que hay que replantearse la vida y aparecen nuevas preocupaciones que se mezclan con estos problemas y al final todo puede ser muy estresante.

He hablado con mucha gente que ya se plantea establecer nuevas prioridades y analizar críticamente el pasado. Reforzar lo bueno y desechar lo malo. Esta pandemia es la oportunidad para hacer balance, pero las dudas sobre el futuro son inevitables y razonables.

Ahora cuesta salir de casa, no sé si porque empezó el frío o qué.

En cualquier caso, como me dijo un amigo, me preguntaré durante un buen tiempo “¿Quién soy?” y “¿Quién llegaré a ser?”. En fin, son las preguntas de alguien de clase media, medio burgués, con casa en la playa, que puede tomar vacaciones todos los años. Los que viven en un asentamiento no regularizado, bueno, un cantegril, o un preso de una de las terribles cárceles uruguayas o un anciano que vive en uno de las casas de salud no registradas, ni se les pasa por la cabeza hacerse tamañas preguntas.

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Fotos: Gastón Britos / FocoUy.