Lugar a dudas, por Antonio Ladra.

Cabildo Abierto y Guido Manini Ríos, su líder, han logrado en estos días marcar la agenda, no ya de la coalición de gobierno sino la de todo el sistema político. En 15 días han presentado dos iniciativas que lejos de pasar desapercibidas no solo demuestran su peso político, sino que además muestran el verdadero talante autoritario y antidemocrático, regresivo de este novel partido.

Primero fueron los alfiles de Manini: el senador y vicepresidente de Cabildo Abierto, Guillermo Domenech y el diputado, el constitucionalista Eduardo Lust, quienes sacudieron el tablero presentando una carta en presidencia de la República pidiendo la remoción del fiscal General de la Nación Jorge Díaz, ambos sabiendo que no están los votos en el parlamento para ello.

La carta de los dirigentes, lejos de ser rechazada por el Manini como llegó a insinuar algún despistado que creyó que era un movimiento personalista de Lust y Domenech, tuvo el apoyo del líder de los cabildantes. Era casi obvio, dado el enfrentamiento que tiene con Díaz a raíz de los procesamientos de militares por las violaciones a los derechos humanos en la época de la dictadura.

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Y ahora como para no dejar dudas, Manini vuelve a dar un grito y otra vez se instala en el centro del debate al presentar su iniciativa para “reinstalar” la Ley de Caducidad. Una idea moralmente chocante e inviable.

Haciendo uso inapropiado de la media hora previa, Manini Ríos insistió en el Parlamento sobre la necesidad de reinstalar la Ley de Caducidad, porque, dijo, ningún organismo internacional puede estar por encima de la Constitución

En caso de ser aprobada, la iniciativa de Manini colocaría a Uruguay en abierto desacato de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el “caso Gelman” que se dictó en 2011 y que tuvo mucho que ver con la aprobación, en el mismo año, de la ley interpretativa que Manini quiere derogar.

Pero Manini se equivoca, la ley de caducidad no está en la Constitución, por lo que la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos no pasa por arriba de la Constitución.

Justamente, la ley interpretativa contra la que arremete el senador Manini ha permitido avanzar en muchas causas vinculadas a violaciones a los derechos humanos y es una nueva arremetida contra el sistema democrático y las instituciones del país. Los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles y eso está sujeto a disposiciones y acuerdos de carácter internacional suscritos por Uruguay.

Parece que quienes asaltaron las instituciones en 1973 están de regreso, ahora con Manini en la cabeza. Ya sé, me dirán no son los mismos, paso un tiempo, los militares golpistas fueron derrotados. Es todo cierto, pero cierren los ojos, retrocedan a la década de los 70. Escuchamos a los cabildantes, leemos el proyecto de ley presentado por los tres senadores de Cabildo Abierto, Manini, Domenech y Raúl Lozano, son lo mismo, quieren lo mismo, piensan igual: la jugada es la misma, limar las instituciones y al poder político a caballo de la crisis, no la sanitaria sino la del trabajo, la que seguro vendrá en pocos meses cuando se terminen los seguros de paro y miles de trabajadores se queden sin su empleo, la crisis de las pequeñas y medianas empresas que por la crisis global deben cerrar.

Rinoceronte, de Ionesco, es una de las piezas teatrales de mayor impacto mundial en el teatro del absurdo. Es una fábula que fue entendida como el reflejo claro de la intolerancia y totalitarismo. En la obra se trata el tema de la transformación de como el hombre podía convertirse en un ser terrible, en rinocerontes

Aquí en Uruguay ahora, lo más dramático de todo es que hay civiles, meros espectadores, que hay rinocerontes que se prestan como claques de una comedia dramática.