Una nueva edición de Lugar a dudas, la columna de Antonio Ladra.

Jorge Larrañaga es ministro del Interior a pesar de él. Antes de las elecciones de octubre Larrañaga tenía acordado con Luis Lacalle que iba a ser el ministro de Transporte de Obras Públicas, pero el éxito de la recolección de firmas para la reforma Vivir sin miedo y su posterior votación hizo cambiar de opinión al presidente.

Y así llegó Larrañaga al ministerio, flaco de equipo, de civiles preparados para manejar una cartera como la de interior que tiene 30 mil funcionarios en total. El que iba a ser ministro del Interior y que se estaba preparando desde hace mucho tiempo atrás para ser ministro era Álvaro Garcé. No se dio.

El Círculo Policial, los viejos retirados, los de la vieja guardia, vieron ese espacio, lo ocuparon y son los que le hablan al oído a Larrañaga, son los que le miden el aceite, como en el episodio del retiro de la placa en la Dirección de Inteligencia que recordaba al extinto inspector Julio Guarteche y la restitución de una en homenaje a Víctor Castiglioni, el fundador de esa repartición, acusado de violación de los derechos humanos. En esa oportunidad, ante el reclamo, incluso de correligionarios, el ministro actuó rápido, con reflejos democráticos y ordenó dar marcha atrás. Igual, más allá de la placa, que en definitiva es una imagen, lo que sí ha ocurrido es el descabezamiento de todos los policías que trabajaron con Guarteche por sospechas de que son frenteamplistas.

Y hoy el panorama para Larrañaga no es fácil. Está muy presionado por resultados. Un factor es la auto exigencia que se plantea el mismo Larrañaga, quien está encima de todas las cosas y exigiendo esos resultados.

Pero hay problemas internos. Según fuentes políticas, quizás el más grave y que no ha salido a la luz pública es el distanciamiento, aunque en verdad nunca hubo acercamiento, entre el ministro y el subsecretario, Guillermo Maciel. Maciel está se puede decir, en el freezer. La última aparición de Maciel al lado de Larrañaga, según el portal de Presidencia fue el 16 de junio tras un acuerdo con el presidente. Allí comparecieron Larrañaga y Maciel en una conferencia de prensa donde el sub secretario no habló.

En la web del Ministerio del Interior, Maciel aparece solo siete veces y la última es el 17 de julio en el resumen semanal de noticias, en un video para explicar los beneficios de la Ley de Urgente Consideración para la ciudadanía y el personal policial.

Es rara esta ausencia de Maciel siendo un hombre de gran experiencia y que conoce el Ministerio del Interior, mejor que cualquiera de los que rodena a Larrañaga.

Otro lugar con problemas es el peso de Erode Ruiz, masón grado 33, que tiene línea directísima y el respaldo del presidente y que está enfrentado a director nacional de Policía Diego Fernández, teóricamente superior del jefe de Policía de Montevideo. “Acá, en mi jefatura, mando yo”, me dicen que ha dicho Erode Ruiz, quien ambicionaba el cargo de Fernández.

Otro factor viene por el lado Cabildo Abierto que quiere tener presencia en el Ministerio del Interior y presiona a Larrañaga por derecha. Manini Ríos dijo que tiene “muchas diferencias” con el manejo de la seguridad, que propuso nombres para cargos en la Policía, reclamó 6 jefaturas en el interior, preferentemente en las zonas limítrofes, en principio eran militares retirados, después cambió por policías retirados. Manini cree que “hay que hacer cambios en la conducción del tema seguridad”, según informó Búsqueda.

La relación entre Larrañaga y Manini no ha sido muy fácil. El militar retirado no apoyó a Larrañaga en la recolección de firmas para el plebiscito Vivir sin miedo y antes, cuando el militar fue dado de baja por el entonces presidente Tabaré Vázquez, el actual ministro del interior había dicho: “El presidente no tuvo otra resolución para tomar”.

Así las cosas, lo de antes, Larrañaga no la tiene fácil. Hay muchos dentro del gobierno que están esperando que caiga y eso no es una buena noticia.

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Foto: Gastón Britos / FocoUy