Por Antonio Ladra.
La pandemia global del coronavirus es una máquina de distorsionar el tiempo. Ya vamos para 15 meses y parece una eternidad.
Las herramientas para enfrentarla son la cuarentena, la restricción de movilidad, algunos cambios en el comportamiento social y las vacunas.
La cuarentena no es nada nuevo, es una “tecnología social” mencionada ya en el Antiguo Testamento (y documentada en el siglo XIV, cuando Venecia enfrentó la Peste Negra), y las vacunas fueron creadas en el siglo 18 para combatir la viruela.
Además de afectar la salud la pandemia deja una huella de pobreza. Las Naciones Unidas maneja como elemento señalador de esto que la pandemia hará retroceder la lucha contra el hambre extremo en el mundo a cifras de hace 10 años.
Se habla de una nueva economía, la “low touch economy” economía de bajo contacto, con el home office, la digitalización de la educación. Ya lo sabemos, es un libreto que más o menos tenemos aprendido. En este nuevo entorno, hay empresas que se adaptaron mejor que otras y otras literalmente tuvieron que bajar la cortina.
Hay personas que se están adaptando rápidamente porque pueden hacerlo, hay otras por el contrario que no pueden hacerlo porque no tienen las herramientas necesarias y muchas, lamentablemente, mueren, ya van 4692. Hay quienes esperan que haya un Control + Z, y que las cosas regresen a ser como antes del 13 de marzo del año pasado.
Algunos filósofos han dicho también que habrá un mundo mejor, menos egoísta, más empático.
Pero le erraron.
Estamos cada vez peor: ayer leía lo que dijo el ex presidente del SMU Julio Trotchansky y la respuesta del senador suplente, en ejercicio, Sebastián da Silva. No voy a abundar en los conceptos de ninguno de los dos. Son conocidos, solo decir que ninguno de los dos da la talla, pero peor fue el legislador de gobierno, porque justo por esa condición debería frenarse y no dar voces de barra brava a pesar de que discrepe radicalmente con el médico.
Cuando el presidente hablaba del fracaso como humanidad ahí tiene buenos ejemplos, uno de su propio palo.
La pandemia no es culpa de nadie, es una tragedia que crece y se profundiza cuando una mitad del país culpa a la otra mitad y viceversa. La única salida es con acuerdos y con un liderazgo que unifique a la sociedad. Para ello se requiere un corazón ensanchado y grandeza de espíritu, tanto de una mitad como de la otra mitad y eso parece que está faltando.
Escuche Lugar a Dudas en Punto de Encuentro por Antonio Ladra
Foto: Gastón Britos / FocoUy