Informe: Antonio Ladra
Este domingo fue publicada en el diario Clarín de Argentina una entrevista al presidente de Chile, Gabriel Boric. En un segmento de respuestas rápidas denominado “Al toque”, le preguntaron, sobre qué sociedad admiraba más.
El joven mandatario chileno respondió que era la sociedad uruguaya la que más admiraba. Textualmente dijo: “Admiro, esto no sé cómo va a caer, pero me gustan mucho los uruguayos”, indicó Boric, sin agregar más comentarios.
La respuesta cobró importancia porque se conoció el día anterior al primer viaje oficial que realiza Boric y lo hizo con su país vecino y principal socio comercial, la República Argentina, lo que explica entonces esa frase subordinada “esto no sé cómo va a caer”.
Es raro que un chileno, y en este caso el presidente, y hagamos abstracción de las diferencias futbolísticas que han transformado en un clásico el enfrentamiento Uruguay Chile, ponga como ejemplo a Uruguay o que admita que admira a la sociedad uruguaya.
Hasta ahora, era al revés, sobre todo en determinados sectores políticos. Cuando aquí se hablaba de Chile era para ponerlo como ejemplo. Hace años, a la salida de la dictadura uruguaya, el chileno Hernán Büchi, uno de los padres del sistema previsional chileno era una cara asidua en los medios. La reforma previsional chilena, con la creación de las AFP, en plena dictadura pinochetista, que se quiso implementar en Uruguay, demostró ser virtualmente una estafa para los trabajadores. Uruguay hizo su reforma previsional y ahora se apresta a profundizarla y con claros y oscuros que los tiene sin duda, demostró ser más equitativa y equilibrada.
Las multitudinarias movilizaciones que se vivieron en Chile, primero por parte de los estudiantes, de las que justamente Boric fue protagonista y al final con los hombres y mujeres hartos de la desigualdad social dejaron en evidencia el verdadero Chile.
Uruguay, en tanto, mal que les pese a los antibatllistas de José Batlle y Ordóñez, ha sido desde siempre un ejemplo de igualdad, incluso durante el gobierno más neoliberal que tuvo que fue el de Lacalle de Herrera, porque se ha encontrado con los diques que la propia sociedad pone por delante.
Ayer, en la mutualista de la que soy socio me encontré con un veterano dirigente político, ya retirado, aunque sigue en acción. Incluso se lo ha visto en un video que se viralizó, conversando con Guido Manini Ríos tras conocerse el resultado del referéndum. Me refiero a Alberto Volonté. Para quien no lo recuerde, Volonté fue presidente de UTE y ahí cimentó su prestigio y fue candidato a la presidencia de la República por el Partido Nacional en el año 1994, perdiendo las elecciones a manos de Julio María Sanguinetti por apenas un 1%.
Durante el segundo mandato de Sanguinetti, Volonté estableció con el presidente una coalición de gobierno que se mantuvo durante casi todo el período y que posibilitó desarrollar programas de reforma en diversos ámbitos. La imagen pública de Volonté fue prácticamente la de un «vocero de la coalición», su presencia mediática tenía siempre un perfil muy alto.
Este lunes, allí estaba, de calzado deportivo uno de los hombres más influyentes de la política uruguaya de finales del siglo 20. En Chile Volonté sería parte de la elite política que no entendió, no vio o no quiso ver lo que pasaba en su país y fue arrasada electoralmente.
Sin embargo, en este Uruguay de la igualdad (aún) de la movilidad social, es el país en el que un hijo de almaceneros puede ser presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, como Enrique Iglesias o el hijo de un operario de Ancap puede ser presidente de la República y lo fue dos veces, como Tabaré Vázquez. Seguramente este Uruguay es el motivo de la admiración de Boric y es sobre el que todo el sistema político debería conservar más allá de las posiciones ideológicas.
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Foto: Infobae