Hace exactamente un mes el gobierno anunció una inversión de 4.000 millones de dólares para la planta de hidrógeno verde. Es una planta que se va a instalar en Paysandú que se va a llevar la mitad de esa inversión, va a emplear a 1.500 personas y se estima que en su punto máximo de empleo llegue a los 3.200 puestos. La otra mitad de la inversión será para energías renovables.
Allí, en la conferencia de prensa en Paysandú, el ministro de Industria, Omar Paganini, explicó que como parte de la propuesta ALUR, junto con Ancap, van a producir este hidrógeno verde, que es un combustible no fósil. Es decir es combustible sintético que no requiere de petróleo.
Cómo es el tema: se usa energía renovable para producir hidrógeno, es decir se separa la molécula de hidrógeno del agua, a través de un proceso de electrólisis, ALUR suma anhídrido carbónico, y de ahí sale este combustible verde. La empresa que invierte es privada, es chilena, se llama HIF Global, que ganó la licitación.
En paralelo, va a haber una experiencia piloto de las empresas Saceem y CIR para producción de hidrógeno verde que se usará en 17 camiones de empresas forestales que abastecen a la nueva UPM.
Los que no seguimos de cerca este tipo de avance tecnológico decimos: qué, pará un poquito, cómo es esto. Hasta que, hace unas semanas, cuando se hicieron estos anuncios, un comunicador en una radio opinó que esto era el fin de los autos eléctricos y era la reivindicación del auto común. Entonces, ¿los que compraron autos eléctricos, que son carísimos, marcharon?
Bueno, la realidad es que sí, es un cambio importante, pero la situación no es tan así como fue planteada en ese medio.
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