Columna Ignacio Martirené

 

Rusia prometió esta semana «responder» a los nuevos disparos de misiles estadounidenses contra su territorio, en plena espiral de tensiones entre el Kremlin y los países occidentales.

Según el Ministerio de Defensa ruso, las fuerzas ucranianas atacaron en los últimos días «instalaciones» en la región fronteriza rusa de Kursk, parcialmente ocupada por el ejército ucraniano desde agosto.

El 23 de noviembre tres de los cinco misiles estadounidenses de tipo ATACMS lanzados, fueron derribados por la defensa antiaérea rusa y el 25 de noviembre se interceptaron siete de ocho.

El primer ataque ucraniano contra Rusia con misiles ATACMS tuvo lugar el 19 de noviembre, y el 21 las fuerzas de Kiev dispararon misiles Storm Shadow de fabricación británica.

Estados Unidos y Gran Bretaña dieron luz verde a usar sus misiles en territorio ruso como respuesta al despliegue de soldados norcoreanos para luchar en el lado ruso.

El Kremlin respondió disparando un misil balístico de alcance intermedio (5.500 km) el 21 de noviembre contra una planta militar en la ciudad de Dnipro, en el centro-este de Ucrania.

El misil, llamado Orechnik y hasta ahora desconocido, es un modelo hipersónico experimental, según el presidente ruso Vladimir Putin, y está diseñado para portar ojivas nucleares, lo que no fue el caso durante ese ataque.

Putin amenazó con una escalada de la guerra en Ucrania a nivel mundial si las potencias occidentales siguen suministrando armas a Kiev. En ese sentido, Putin autorizó el uso de armas nucleares si Ucrania ataca rusia con misisles estadounidenses. El Kremlin dice que el uso de misiles no nucleares occidentales por parte de las fuerzas armadas de Ucrania contra la Federación Rusa, puede implicar una respuesta nuclear. 

El presidente ruso, Vladímir Putin, actualizó la semana pasada la doctrina nuclear del país apenas dos días después de que el presidente Joe Biden aprobara el uso de misiles estadounidenses para ataques ucranianos dentro de Rusia.

El líder ruso firmó un decreto por el que se aprueban los fundamentos de la política estatal rusa en el ámbito de la disuasión nuclear. El documento establece que «la agresión de cualquier Estado de una coalición, bloque o alianza militar contra la Federación Rusa o sus aliados se considerará una agresión». El decreto determina que «la disuasión de la agresión está garantizada por la totalidad del poder militar de la Federación Rusa, incluidas las armas nucleares».

El ministro de defensa ruso Sergei Lavrov, advirtió que su país responderá de manera contundente a los ataques de Ucrania con misiles estadounidenses de largo alcance.

 

Este es el potencial nuclear de Rusia, país con más ojivas nucleraes del mundo: Moscú cuenta con 5.889 ojivas nucleares, la cifra más alta del mundo, segçun la Federación de científicos estadounidenses, un poco detrás con 5.244 está Estados Unidos. 

“La Federación Rusa se reserva el hecho a usar armas nucleares en respuesta al uso de armas nucleares y otro tipo de armas de destrucción masiva contra ella o sus aliados, así como en el caso de agresión contra la Federación Rusa o la República de Bielorrusia, como participantes del Estado de la Unión, con armas convencionales y que suponga una amenaza crítica para su soberanía o integridad territorial”, explicaba Putin, en este nuevo desafío a occidente.

Rusia tiene la capacidad de lanzar estas armas nucleares desde cualquier superficie. Y las tiene con diferente poder de destrucción: desde aquellas con una potencia equivalente a cientos de kilotones de TNT hasta las conocidas como ‘tácticas’, de entre 10 y 100 kilotones.

La bomba lanzada sobre Hiroshima, de unos 15 kilotones, acabó con la vida 140.000 personas. Una capacidad destructiva que está entre las más pequeñas del arsenal ruso.

Reunión Otan-Ucrania 

La semana pasada Putin advirtió que el conflicto en Ucrania ha adquirido un «carácter global» y amenazó a los occidentales: «Estamos en nuestro derecho de usar nuestras armas contra las instalaciones militares de países que autorizan el uso de sus armas contra nuestras instalaciones».

En este contexto, los embajadores de la OTAN y Ucrania se reunieron este martes en Bruselas y reafirmaron la continuidad de su apoyo a Ucrania, país que fue objeto de un ataque por parte de Rusia con un misil experimental de medio alcance.

El presidente ucraniano Volodimir Zelenski volvió a reclamar más apoyo a sus aliados occidentales en la guerra con Rusia, que cumplirá tres años en febrero.

 

 

Esta tensión llega en un momento en que los europeos y Kiev temen que el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca signifique el fin del apoyo militar estadounidense a Ucrania y un posible acuerdo de paz en detrimento de Ucrania.

La intensificación de los ataques rusos parece ser un intento de Moscú de fortalecer su posición ante posibles negociaciones.

Rusia también ha recibido el refuerzo de miles de soldados norcoreanos que, según Washington, deberían luchar contra las fuerzas ucranianas «pronto».

La asistencia militar de Washington es crucial para Ucrania, cuyo ejército lleva meses cediendo terreno ante las tropas rusas, más numerosas y mejor armadas.

Además, Rusia ha estado librando una campaña de ataques contra instalaciones energéticas ucranianas, dejando a millones de ucranianos a oscuras, una táctica que según Kiev buscar aterrorizar a la población civil.

Sanciones de Europa a Rusia 

La Unión Europea (UE) decidió extender una nueva ronda de sanciones contra Rusia, como represalia por su invasión a Ucrania que ya sobrepasa los dos años desde que inició. Es la primera vez que Bruselas determina prohibiciones sobre el lucrativo sector del gas natural licuado (GNL) ruso, luego de haber hecho lo propio con el petróleo y el carbón procedente de ese país. En el documento también se contemplaron estrategias con países socios para que Moscú no encuentre la forma de eludir las sanciones, mientras que el Kremlin asegura que el sector energético se encuentra «saludable» y que su PIB sigue creciendo con normalidad.

Es la 14ª ronda de sanciones que la Unión Europea acuerda contra Rusia, en un intento por ahogar las opciones económicas de Moscú.

En un movimiento innovador, el bloque de 27 países decidió arremeter contra el GNL en aguas de la UE, que prohíbe al Kremlin usar los puertos europeos para enviar buques con el gas proveniente de Rusia a terceros países.

Es decir, la medida impediría la reexportación del GNL, pero no prohíbe la importación al propio territorio europeo, como sí se hizo con el petróleo ruso transportado por mar en 2022.

«Este paquete de medidas contundentes impedirá aún más que Rusia acceda a las tecnologías clave», escribió la líder de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en X.

El lucrativo negocio del gas ruso para Europa

Desde la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Moscú, la UE ha reducido su dependencia del gas ruso en alrededor de dos tercios, pero no ha abandonado el negocio de importar y revender GNL de ese país.

Las naciones europeas han continuado con la práctica, enviando el gas en buques cisterna en forma líquida a bajísimas temperaturas y, aunque en 2023 el GNL ruso representó solo el 5% del consumo total de gas del bloque, sí representó una importante rentabilidad cuando recaudó cerca de 8.000 millones de euros en ganancias netas para el Kremlin.

Aunque con la decisión esta cifra no se vería afectada del todo porque Europa seguiría demandando el gas ruso, sí afectaría el modelo de negocio de Rusia que usa una ruta clave del Viejo Continente para las exportaciones del gas desde los puestos del Ártico a los mercados asiáticos durante el invierno.