El tricolor derrotó 5-4 a Independiente por penales y obtuvo este certamen por segunda vez en sus 114 años de vida.

La historia en Avellaneda había quedado con puntos suspensivos. El empate a uno daba a entender que, sobre tierras brasileñas, podía ocurrir cualquier cosa. Dentro de esas posibilidades, sucedió otra igual, sin goles, que desembocó en una tanda de penales.

Desde el primer minuto del duelo, Gremio impuso su ley en la cancha. Se apoderó del balón, lo trasladó desde un lugar al otro y generó peligro sobre el arco de Martín Campaña; pero la igualdad seguía firme en el marcador.

Como en toda definición, la polémica estuvo presente, como de costumbre, impulsada por el video-arbitraje asistido, conocido popularmente como VAR, elemento que han impuesto los poderosos de saco y corbata, para que el fútbol sea sometido por la tecnología. Fernando Amorebieta fue la víctima de esta policía, al ser expulsado por golpear a un rival en su intento de rechazar la pelota.

El elenco gaúcho generó oportunidades de gol, varias; pero el rojo de Avellaneda tuvo lo suyo para enmudecer al Arena do Gremio. Luego de quedar con un hombre menos, Independiente tuvo que organizar su defensa para impedir que las arremetidas del rival tuvieran éxito. El planteo de los orientados por Ariel Holan funcionó, a pesar de tener sus puntos flacos y hacer suspirar a más de uno; pero la pelota no tuvo contacto con la red.

El 0-0 determinó que ambos fueran a penales tras 30 minutos de alargue, momento en que la fuerza de cada jugador está sumamente debilitada, las piernas incrementan su peso y la cabeza solo piensa en terminar lo más rápido posible. La lotería también tuvo su paridad hasta el quinto disparo, cuando Martín Benítez tomó el esférico para igualar la serie.

Marcelo Grohe, el guardameta de la experiencia, se transformó en el héroe de la noche portoalegrense, tras contener el disparo del futbolista argentino. Sus manos no solo detuvieron ese remate, sino que depositaron a Gremio en un lugar de privilegio dentro del fútbol sudamericano, para que el continente lo mire y admire.

Con todos sus atributos y torpezas, el campeón de la Libertadores superó a un elenco que no le puso fácil ningún tramo de los 210 minutos del trámite. Perfectamente, el destino de ese trofeo pudo haber sido Avellaneda, porque Independiente tuvo destellos de buen juego durante las dos citas; no obstante, el sabio fútbol quiso que la copa se quedara en Río Grande del Sur. Sencillamente, son cuestiones del destino.

Foto: @CONMEBOL 

(Por Aldo Mattos)