En una nueva columna de Lugar a Dudas, el periodista Antonio Ladra habló sobre la laicidad, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y los dichos de Lacalle Pou sobre este tema en conferencia de prensa.

El presidente Luis Lacalle Pou junto a parte de su gabinete realizó este lunes una videoconferencia de prensa con medios del interior con el objetivo de hablar del brote del COVID-19 en el país. Sin embargo, uno de los periodistas se salió del esquema y consultó al presidente por su posición frente a la ley de interrupción voluntaria del embarazo.

El periodista que, según su perfil de Facebook es predicador del evangelio se llama Víctor Hugo Acosta, y trabaja en radio Felicidad de Paysandú.

Escuchá la columna completa:

En la misma noche y en estos días en las redes se cuestiona al periodista, se lo expone, como si el mismo no lo hubiera hecho ya con su propia pregunta: “no le hablo como comunicador sino como un cristiano, y usted seguramente un hombre de fe”. Y Lacalle le contesta como presidente sí, pero también como hombre de fe. Es cierto que recordó que la ley de interrupción voluntaria del embarazo fue aprobada con mayoría por el Parlamento y refrendada en las urnas cuando se interpuso un recurso.

Recordemos: fue en el año 2012 cuando se aprobó la ley nº 18.987 de interrupción voluntaria del embarazo. Ese mismo año se realizó una campaña de recolección de firmas, que tuvo las firmas del en ese entonces presidente Tabaré Vázquez y su esposa María Auxiliadora Delgado, para convocar a un referéndum para derogar la ley. Luego, en la consulta popular no obligatoria, donde se decidió si se hacía el referéndum, solo hubo una adhesión del 8,92% se necesitaba un 25%.
Estos son algunos de los números, pero hay otros números.

Cada año, en el mundo 44 millones de mujeres deciden terminar de forma voluntaria su embarazo (la mayor parte en países en vías de desarrollo) y de ellas 47.000 mueren debido a abortos inseguros y otros cinco millones sufren lesiones graves. Sólo en América Latina, las víctimas de abortos inseguros suponen un 24% del total de muertes relacionadas con el embarazo y el parto, un índice que en muchos países de África Subsahariana asciende al 30-40%.

En Uruguay, desde que se aplica esta ley, han sido a cero las muertes de mujeres por los abortos clandestinos.

Hechos y no palabras.

Pero volvamos a la respuesta de Lacalle: “Hay que tener una política de desestimulo de los abortos (…) nosotros tenemos una agenda Pro vida”, enfatizó Lacalle y luego matizó “estoy seguro que todos los que estamos acá la compartimos sin perjuicio de lo que hayamos votado”.

Tiene razón el presidente: Pro vida somos todos. Nadie es «Pro muerte» y nadie está a favor del aborto. Nadie cree que sea una experiencia gratificante para la mujer y nadie – menos el Estado- debería hostigar a quien tuvo que llegar a tomar la decisión de abortar.

Ahora, dicho esto, ¿el presidente dijo que iba a derogar la ley? No, hay que decirlo claramente para aventar ya anuncios de resistencia y varios etcéteras. Lo que sí ocurrió es que se equivocó.

Otra vez se equivocó el presidente, como se equivocó cuando al finalizar la primera jornada de trabajo concurrió a una misa en la Catedral de Montevideo.
En aquel momento se debatió sobre la laicidad y la discusión sobre los alcances de la separación de la iglesia del Estado, un hecho que quedó establecido hace más de cien años.

Esta vez el presidente, en vez de decirle al periodista que ese tema no era el fin de esa conferencia de prensa, se explayó para dar su opinión poniendo en evidencia su oposición e insinuando estrategias para “desestimular” el aborto, sugiriendo que se llegue al nacimiento para dar el niño en adopción.

Así fue que Lacalle se despojó de su traje de presidente y habló desde su lado desde la fe, como hizo, otra vez Vázquez, cuando vetó la primera iniciativa para despenalizar el aborto, dando pie a que muchos médicos invoquen eso mismo para no practicar un aborto al que, recuerdo, se llega luego de varios pasos, donde se incluye la posibilidad de que la mujer de marcha atrás en su decisión.

Nuevamente como en ocasión de la misa, cuando la religión se mezcla con el Estado, la República y la democracia comienzan renguear.

Fotos (archivo): Gastón Britos / FocoUy