«La noticia causó estupor y abrió grandes interrogantes, aunque partía de una certeza, el retiro de la política activa del excanciller». Lugar a dudas, la columna de opinión de Antonio Ladra.
Fue la sorpresa del fin de semana: Ernesto Talvi había decidido “dejar definitivamente la política activa”. El abandono de la actividad política fue comunicado a través de una carta pública que se conoció a través de los allegados al ex ministro de Relaciones Exteriores quienes la recibieron adjunta en un mensaje de WhatsApp.
La mayoría de ellos no lo esperaban. Los únicos dirigentes de su sector que estaban al tanto de la decisión de Talvi eran el senador y futuro ministro de Medio Ambiente Adrián Peña, el diputado Ope Pasquet y el presidente del Codicen Robert Silva.
En su carta Talvi anunció que no iba a asumir la banca en el senado y que no tenía intención de ocupar ningún cargo público ni a presentarse como candidato a ningún cargo electivo en el futuro. La noticia causó estupor y abrió grandes interrogantes, aunque partía de una certeza, el retiro de la política activa del excanciller.
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El camino recorrido por Talvi como dirigente del Partido Colorado fue breve, dos años, y a la vez desconcertante. Después de muchos años dedicados a incidir en la política y en la economía desde el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES), y de haber rechazado en su momento ser ministro de economía tras un ofrecimiento que le hizo Jorge Batlle en plena crisis, lo que muchos dentro del Partido Colorado entendieron que fue un desplante, en 2018 formó el sector Ciudadanos y se lanzó a competir por la postulación a la presidencia de la República en las internas coloradas.
En la campaña puso un fuerte énfasis en la renovación del Partido Colorado, en no transar con lo que él llamó la vieja política y así derrotó en las elecciones internas a Julio María Sanguinetti. Después de ese batacazo, Talvi pensó que iba a estar en la disputa por el balotaje e incluso desafió a todas las empresas encuestadoras que lo daban tercero, pero su carrera se enlenteció y perdió fuelle. Su candidatura apenas consiguió algo más de 12% de los votos en octubre, muy poco para la expectativa que había generado, incluso menor a la votación de los colorados en las elecciones del año 2014. El sublema Ciudadanos que encabezó, logró 139 mil votos, mientras que Batllistas, con Julio María Sanguinetti a la cabeza, cosechó 116 mil.
Luego de comprometer el apoyo del Partido Colorado a Luis Lacalle Pou en el balotaje, le cedió a Sanguinetti la secretaría general del partido y decidió que, en vez de ocupar la banca en el Senado iba a ser ministro de Relaciones Exteriores. Su tarea en ese cargo, dedicada sobre todo a repatriar uruguayos que habían quedado varados en otros países cuando se extendió la pandemia, y a resolver el episodio del crucero Greg Mortimer, fue premiada por los buenos registros de popularidad, pero estuvo ausente de la política doméstica.
De todos modos, Talvi creyó que iba a tener más protagonismo en el gobierno, que iba a ser una especie de “Volonté colorado” para Luis Lacalle Pou, pero Lacalle Pou no es Sanguinetti. Como sea, su integración al gobierno no fue fácil y pronto tuvo discrepancias sobre como caracterizar a Venezuela y sobre el apoyo al candidato estadounidense para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo, además de los enfrentamientos internos hacia la coalición, con Cabildo Abierto, con el Partido Independiente y con el propio Sanguinetti. Problemas que luego se ampliaron al propio presidente.
Con mucho de academia, pero poco de boliche como definió acertadamente el ex presidente José Mujica, Talvi aceleró su salida del gobierno al anunciar que en un momento que no especificó iba a dejar la cancillería. Pareció muy poco experiente su anuncio y ese fue el momento que encontró el presidente para eyectarlo de la calle Colonia y Cuareim.
Lacalle Pou ya había resuelto que su reemplazante fuera Francisco Bustillo, un canciller con el que juega de memoria, y así lo hizo saber a través de trascendidos en la prensa. Talvi renunció de inmediato diciendo que se consideraba víctima de una campaña de desprestigio.
Después de todo esto, Talvi desapareció de escena y cuando se esperaba que, desde su banca al senado, se dedicara a la conducción de Ciudadanos, volvió a renunciar y así llegó, al menos parece, su carrera política al señalar que no es lo suyo. Esa frase, esto no es lo mío puso un manto de sospecha sobre todo el accionar político y de los políticos. ¿Qué es lo que no es del él? Puede haber muchas interpretaciones, pero hay una que no cabe y que es la más extendida que vino de afuera y que no sabía que la política era así. ¿De verdad, esa es la razón? Rara excusa, porque hace años que sabe lo que es la política y cómo es hacer política.