Columna «Lugar a Dudas» por Antonio Ladra:
No voy a hablar de la visita del presidente Luis Lacalle Pou al Reino Unido.
No voy a hablar de la entrevista que concedió a la BCC. Ni siquiera analizar si efectivamente estuvo mal o bien, si patinó o si fue víctima de una confabulación para golpear su imagen.
No voy a hablar de la violencia, los muertos por el narco que nos golpea con inusual violencia o de horrible nuevo femicidio, esta vez en Artigas. Ni de un nuevo incremento en el precio de los combustibles ni del Covid tan olvidado últimamente.
No voy a comentar el raíd mediático del fiscal Raúl Iglesias para defenderse por sus polémicas decisiones hasta decir que el solo responde ante Dios (histórica patinada cuando solo debe responder ante la Constitución de la República).
No voy a hablar de nada de eso.
Voy a hablar del frío.
De lo que le pasa a una persona cuando pasa frío, de esos miles de uruguayos que duermen a intemperie.
¿Saben cómo es morir de frío?
Para su normal funcionamiento, el cuerpo humano necesita mantener su temperatura constante alrededor de los 37 grados centígrados. La vida es incompatible cuando baja de los 30 grados centígrados o si pasa de los 42 grados centígrados.
El organismo cuenta con procesos de regulación de la temperatura. Cuando ésta baja, sensores ubicados en la piel informan el cambio al hipotálamo (que es como el termostato del organismo, ubicado en el cerebro). En ese momento, éste activa mecanismos para conservar el calor y producirlo.
Lo primero que hace es cerrar los vasos sanguíneos de la piel; luego se aumenta la producción de energía, se eleva la liberación de hormonas, aumentan las contracciones musculares para producir movimiento y, en consecuencia, se genera calor.
Pero si hace muchísimo frío esta producción de calor puede ser insuficiente y llevar al organismo a la hipotermia. La hipotermia se define como el descenso de la temperatura por debajo de los 35 grados; en este punto, los mecanismos compensadores del organismo para mantener la temperatura comienzan a fallar.
El síntoma inicial son los temblores involuntarios. La persona todavía es capaz de caminar y hablar, pero comienza a perder las capacidades motoras complejas y al mismo tiempo ocurre un estrechamiento de los vasos sanguíneos en manos y pies.
A medida que la temperatura cae debajo de los 34 grados se inicia un temblor violento, hay deterioro de la consciencia, pérdida de coordinación motora (especialmente en las manos), dificultad para hablar y confusión.
Por debajo de los 32 grados, los síntomas pueden ser mortales, porque el cuerpo ya no es capaz de mantener una respuesta para generar calor; es decir, ya no están presentes los escalofríos o temblores.
Cuando la temperatura corporal llega a los 30 grados, la persona, aunque viva, deja de moverse. Su respiración es irregular y errática, hay pérdida de conciencia y el corazón es vulnerable a arritmias que causan la muerte.
Escuche la columna completa del periodista Antonio Ladra: