Cualquier actividad humana puede generar cambios comportamentales en las especies. Los mismos pueden darse por la propia presencia humana, o por manejos vinculados a distintas producciones, dijo a Punto de Encuentro en su espacio Hablemos de bichos, la bióloga Alexandra Cravino.
Parte de su tesis de doctorado fue evaluar cómo eran los comportamientos de los mamíferos de Uruguay frente a la forestación. ¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de comportamiento?, se preguntó Cravino.
«Cuando se escucha la palabra comportamiento, lo primero que pensamos es cosas que hacen, por ejemplo, dormir, comer, caminar. Pero detrás de eso, se encuentra la toma de decisiones: por dónde voy a comer, dónde voy a dormir, paso por acá o por allá, cuándo voy a realizar todo eso», dijo
Cravino explicó que la forestación puede ser dividida en dos componentes: rodales (los árboles plantados propiamente dichos) y los cortafuegos (líneas sin plantar que quedan entre medio de los rodales). A su vez, ambos componentes están en contacto con bosques y pastizales nativos circundantes. «Ante un predio forestado, las especies se encuentran frente a un ambiente distinto al original», añadió.
Según explicó la experta, para diversas especies en Uruguay, se observó que dentro de la forestación su movimiento temporal es mucho más puntual (patrón generado de pasar de un lado al otro) que en ambientes nativos (donde potencialmente, comen, se desplazan y descansan).
A su vez, la percepción de riesgo y qué tan sensibles sean a la luminosidad (tanto del sol, como de la luna) están está operando sobre los patrones espacio temporales que se observan.
Finalmente agregó que si los manejos productivos pueden generar riesgos potenciales, reconocerlos y conocernos, será uno de los principales puntos de partida para plantear medidas de manejo y gestión que apunten a disminuir las consecuencias sobre las especies, aspirando a su conservación en el mediano y largo plazo.
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