Por Antonio Ladra.
Desde el 13 de marzo del año pasado hasta estas fechas, 17 meses, hubo un monotema en la sociedad uruguaya: los vaivenes de los casos de covid-19 y sus consecuencias.
El manejo que hizo el gobierno de la pandemia estuvo en cuestión durante este tiempo. Hubo críticas y halagos, nada nuevo bajo el sol; las críticas de parte de la oposición política, los halagos del otro lado. Hubo muy poca coincidencia, solo en aspectos puntuales, como por ejemplo, el haber convocado a un selecto grupo de científicos en lo que se conoció como el GACH que trajo una voz autorizada y lejos de los vociferantes y expertos a la carta que surgían como hongos.
Al tiempo que la vacunación, la columna vertebral de la lucha contra la pandemia, ha crecido, alcanzando hoy el 67% de la población con dos dosis, han decrecido los casos de contagiados con el virus y las actividades se van reanudando de a poco y el regreso a la vieja normalidad es ya una realidad.
En esa carrera, entre la vacuna y el virus, ahora, tras una terrible ola que vivió nuestro país, que se llevó la vida, hasta ahora 6000 fallecidos, la vacuna viene ganando, pero no hay que bajar la guardia, porque se sabe, lo dicen los científicos, habrá una nueva ola del virus en cualquier momento, aunque con el nivel de vacunación que existe hoy en el país, el escudo de protección es muy fuerte.
En este plano, con la apertura de las actividades y la baja del monotema Covid 19, la agenda política también regresa a la vieja normalidad, algo previsible por otra parte, con un aditamento que marcará el devenir político y que es que se alcanzaron las firmas para llevar a referéndum la Ley de Urgente Consideración, conocida popularmente como la LUC.
La LUC, que está vigente desde hace casi un año, es el pilar del gobierno en su intención de aplicar una serie de reformas, de desmontar de un plumazo las aristas más controvertidas para, la llamada sensibilidad, de la coalición, en especial herrerismo.
Es cierto, no obstante, que la pandemia, por su propia dinámica obligó a prestar la atención en ella y en su devenir, más que en desarrollar el programa de gobierno en su totalidad, aquel vagamente acordado en el documento “Compromiso por el país”, acordados por cinco líderes de los cuales dos no están más: Talvi y Novick.
Se ha dicho, el ex presidente José Mujica lo ha hecho, que la crisis sanitaria le vino bien al gobierno y en especial al presidente Luis Lacalle Pou, que ha mantenido niveles altos de popularidad durante más tiempo que sus antecesores. Si bien es injusto hacer esa evaluación, a nadie le viene bien algo inesperado como lo fue la pandemia, lo cierto es que ahora que la atención sobre la peste ha decaído, que se regresa a la vieja normalidad, también lo ha hecho el índice de aprobación de la gestión de Lacalle, que por primera vez, desde que asumió el gobierno está por debajo del 50%, según la encuesta de Equipos Mori
Así, con la apertura de las actividades y el regreso a la vieja normalidad, Lacalle se ha visto en la necesidad de ajustar el funcionamiento del gobierno y en ese sentido aprobó finalmente un mecanismo de coordinación que ha sido reclamado por los integrantes de la coalición., que no es, valga la redundancia lo reclamado, pero que marca una diferencia.
Es que en el gobierno no todos los socios piensan igual o más o menos igual, hay diferencias: algunos consideran que los cambios hasta ahora han sido demasiado parciales y lentos, y demandan políticas más drásticas, temiendo que más adelante, a medida que se acerquen las próximas elecciones, sea cada vez más difícil aprobar las leyes que desean.
En la oposición, tanto el Frente Amplio, como el PIT-CNT y otras organizaciones sociales paladean la exitosa recolección de firmas contra la LUC, aunque saben que eso no servirá de nada si no se consigue la derogación de los artículos cuestionados. Pero para ello el Frente Amplio, en particular, debe ordenar su interna, aun caótica a pesar de haber definido la figura de un coordinador Ricardo Ehrlich, que como no tiene aspiraciones de futuro, se lo acepta. Pero es claro que hay pase de facturas internos que tienen origen en la campaña electoral, pero también nuevos problemas como el caso Orsi y su manejo por la deuda de Andrade y el caso Cosse por la situación y las denuncias a raíz del manejo del programa de televisión la Letra chica. Solo por hablar de quienes tienen aspiraciones o se los visualizan como precandidatos.
Sin embargo, mas allá de lo puntual desde el punto de vista político, lo que se debe atacar y en esto tienen responsabilidad el gobierno, el que más, sin duda, pero también la oposición político social: las consecuencias de los graves deterioros del empleo y los ingresos como producto, por un lado a raíz de los propios efectos de la pandemia o por la no aplicación de políticas para paliar esas secuelas. Las calles montevideanas son la triste imagen de un incremento de personas que viven en el espacio público porque no tienen donde hacerlo.
El regreso a la vieja normalidad promete ser movido y por cierto cada parte debe aportar lo suyo.
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