Una denuncia pública en Facebook animó a otros casos de abuso sexual a menores a denunciarlo.

(Nota: los nombres de esta publicación fueron modificados para proteger la integridad de las víctimas)

Hoy Julieta tiene 17 años. Diez años atrás, el primo de su madre le pidió vivir por un tiempo en su casa, hasta encontrar estabilidad. Ella vivía con su madre y luego también con este hombre, que aprovechaba momentos en que la madre dormía para acercarse hasta la habitación de la joven y hacerle propuestas obscenas.

No es el único caso. El hombre tiene una hija de 25 años  y el 21 de febrero le puso cocaína en el cigarrillo que ella estaba fumando y la quiso llevar a un hotel de alta rotatividad. Su padre había aparecido en su vida tres semanas antes.

La joven se anotó este año para estudiar en  la UTU, es actriz y modelo. Vivió en España, también en Argentina, tratando de forjar su carrera hacia el arte, siempre con ayuda de su abuela materna, con quien vive. Su madre, al igual que su padre biológico, consumen drogas.

Esa noche de febrero, la mujer de 25 años había coordinado con su padre encontrarse en la Plaza Fabini, en el Centro de Montevideo. Cenaron en un conocido restaurante del lugar. «Él me insistía con que tomase alcohol. Lo que yo no accedí. Él tomó dos pintas», relata quien luego terminó siendo su víctima. Una de tantas.

En 2010 tuvo otra víctima. Julieta tenía apenas siete años y vivía sola con su madre Luciana, quien se había divorciado de su primer matrimonio. Luciana se enteró en 2019 que su primo -el hombre en cuestión-  se cambiaba de cuarto mientras ella dormía, le mostraba sus partes íntimas a su hija y la incitaba a que lo tocara. Pese a que él trataba de naturalizar la situación, la menor nunca accedió y él tampoco la obligaba, en busca de ganarse su confianza para que más adelante sí lo hiciera.

Él lo niega todo, incluso con el caso de su propia hija. Tiene problemas de adicciones, es manipulador y violento, con impulsos agresivos y busca desinvolucrarse de lo que hace, según personas cercanas a él. La joven de 25 años vivió varios años en el exterior, siempre con su padre ausente. Él se victimiza, sostiene que ella fue «la hija abandonativa», y no él quien abandonó a su hija.

Luciana, la madre de Julieta, la conoce y se animó a radicar la denuncia el jueves 5 de marzo de este año, luego de que la joven decidiera visibilizar su situación a través de Facebook. «Violador suelto», se titula el texto que publicó en la madrugada del 28 de febrero. «Me abandonó ni bien yo nací», sostiene. Y relata la situación que le tocó vivir el 21 de febrero.

Luego de haber cenado esa noche, próximo a la Plaza Fabini, su padre le pidió que la acompañara a un lugar. Confiada de su palabra, se subieron a un taxi y se dirigieron a la zona de Ciudad Vieja. Allí él compró 500 pesos de cocaína, mientras ella estaba aterrorizada.

Se trataba de un lugar muy oscuro, con niños saltando por todos lados y personas consumiendo, además de una mesa cargada de cocaína. Padre e hija caminaron hasta la plaza Cagancha donde, pese a la resistencia primaria de la joven, su padre le colocó cocaína en su cigarrillo.

Ella quería estar presente en la convocatoria que había realizado la comunidad LGBTIQ frente a Jackson Bar, tras los hechos de público conocimiento que involucraron a Romina Juani y Antonella Correa. Él insistió en que quería estar con ella y la acompañó. Volvieron a caminar hasta el local bailable, donde estuvieron unos 30 minutos.

Foto: FocoUy

Durante esas caminatas casi interminables para la joven, en las que evitaba llorar, su padre le tocaba el pelo y naturalizaba la situación por tratarse de su hija. Ante su caminar veloz, él quedaba por detrás y le gritaba. Él no entendía cómo, si su hija era tan «mente abierta» y bisexual, no mantenía relaciones sexuales con él. Incluso le propuso contactar a otra mujer para formar un trío. Siempre propuestas que fueron en vano, tras el rechazo de Lorena. «Te doy 5.000 pesos al mes para que me consigas una ‘minita’ linda y joven como vos», le propuso en un momento. A lo que ella le contestó que le había «pegado» muy mal lo que consumió minutos antes y que era un desubicado.

Ya en la manifestación, sobre la calle Jackson y frente a conocidos de la joven, el padre le propuso tomarse un taxi para ir a un hotel de alta rotatividad y tener relaciones sexuales. Ella lo rechazó insistentemente y volvió a contener sus lágrimas. «Me rogó para violarme». Nervioso y con desespero, él volvió a cambiar la propuesta y le pidió que la acompañara nuevamente a la boca por otros 500 pesos. La respuesta fue negativa.

– No, yo ya no me tomo más un taxi con vos. Me quedo acá esperándote.
– Dale, pero espérame
– Sí, sí. Te espero

Ni bien perdió de vista el taxi, ella se acercó a un policía que estaba en el lugar, con motivo de la convocatoria multitudinaria. Esa madrugada, se dirigió a la Seccional 6ª, la más próxima, donde hizo la denuncia. Luego, a una emergencia médica para controlar su estado de salud. Cuarenta y ocho horas después, el Juzgado Especializado en Violencia Doméstica de 2º Turno, dispuso prohibición de comunicación, acercamiento y relacionamiento por 180 días «de **** con su hija ****».

El jueves 5 de marzo, recayó una nueva denuncia por abuso sexual contra este hombre. Luciana, madre de Julieta, se animó a denunciarlo por abuso sexual luego de que la joven de 25 años hiciera público su caso. Se enteró hace un año de lo que le había sucedido a su hija mientras ella dormía, porque su hija se animó a contarlo.

Confían en que ahora el Estado le puede dar la importancia que requiere y se está investigando. Casos de abuso sexual «tenemos muchos», respondió el fiscal del caso Fernando Valerio a 970 Noticias, y se negó a brindar declaraciones al respecto.

Con 7 años, Julieta sabía que algo no ocurría de forma correcta pero no lo asociaba con lo que era. Él tenía un vínculo afectivo con la menor, le decía que lo que hacía no estaba mal, que era posible que pase porque era de su familia. Luciana nunca sospechó ni él dio alguna señal que la llevara a la sospecha sobre esa situación que se reiteró en varias oportunidades. Hoy Julieta tiene 17 años, estudia y está bajo asistencia psicológica desde julio de 2019.

El ahora denunciado vivió entre dos y tres meses en esa casa. Luciana quedó paralizada cuando su hija se animó a contarlo. Acto seguido, le recomendó consultar a un profesional y por vergüenza, ella no estuvo de acuerdo, hasta que cambió de opinión. Ahora recibe tratamiento desde hace unos meses. Casos como estos, la niña o niño lo vive como un atentado contra su integridad física y psicológica, sufrir abuso sexual no siempre se remite con el paso del tiempo.

Luciana nunca se lo pudo decir en persona a este hombre, que era a su vez su primo. Temía de su propia reacción y que se le fuera de las manos, que lo pueda lastimar luego de violar derechos de su propia hija. En ese momento, él se planteó como el damnificado y decidió romper relación con su prima y todo el núcleo familiar.

Por cómo es él, el miedo que genera en sus víctimas, estas situaciones no fueron llevadas hasta las últimas consecuencias en su momento. Por cómo funciona el sistema, por el temor de que quizá esto quede en nada, que quede en una denuncia que después cae, las víctimas no pudieron seguir adelante. Por miedo. Por miedo a que él pueda tomar una represalia. Esto no empezó con su hija, pero podría haber habido una salida de luz a esta situación hace muchos años.

Una noche, sobre las dos de la madrugada sonó el teléfono fijo de la casa de Adriana. Ella misma atendió y escuchó a una mujer con tono de desesperación. Se trataba de una docente, en ese entonces la actual pareja del hombre y, a su vez, exesposa de un compañero de trabajo que él tenía. Con la respiración alterada, le preguntó acerca del hombre porque la estaba envolviendo en asuntos que entendía psicópatas y le dijo que necesitaba ayuda. Adriana no quería saber más nada del tema; le recomendó que se aleje, segundos antes de cortar la llamada.

Hoy este hombre tiene 43 años, vive en una casa en Pocitos con su madre y trabaja en una empresa que opera en el Puerto de Montevideo, antes en una parada de taxi. Su comportamiento se transforma al extremo cuando consume estupefacientes.

«¿De qué caso me está hablando? De un disparate dicho a través de Facebook», respondió al ser consultado por 970 Noticias sobre lo que relató su hija en Facebook. Prosiguió: «no tengo nada que hablar porque todo lo que se tenga que decir, será en los ámbitos correspondientes y no a través de los medios de comunicación».

«Si usted lee el relato (en Facebook) y le parece que puede tener un ápice de credibilidad, esta bien. Me parece que hay otras informaciones y otras noticias que son mucho más importantes que semejante disparate. Lea el relato de vuelta y pregúntese ‘¿esto puede ser verdad?’. Me parece que ahí se va a dar cuenta de alguna cosa».

Consultado acerca de qué parte del relato no es verdadero y si efectivamente acompañó a su hija ese 21 de febrero por la noche, dijo: «eso yo no tengo por qué contárselo, ya tomé las medidas que tengo que tomar en los lugares que tengo que tomar». Además, prefirió no responder acerca de si evalúa o ya presentó alguna denuncia al respecto.

Por ese hecho, la hija decidió denunciarlo ante la policía y también en la red social, pese a ser su padre, que tenía 17 años cuando ella nació. «Si el hombre se mete conmigo, que soy su hija, es un peligro para la sociedad. Está enfermo psiquiátricamente, está loco, no sé cómo llamarlo: pedófilo, abusador, acosador».

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Tres semanas después de haber hecho la denuncia a nivel de la Justicia, la mujer fue al juzgado a averiguar en qué estaba su caso y se encontró con una situación que no esperaba. Así lo relató a 970 Noticias.

 

 

Ella confió a 970 Noticias que no tienen disponibilidad de pagar para tener una defensa para el juicio. Finalmente en la sección Jurídica de Asociación de Familiares y Víctimas de la Delincuencia (ASFAVIDE) le designaron dos abogados que ya trabajan con el expediente. El encargado de Jurídica, Juan Raúl Williman, dijo que el sistema es «lamentable», en referencia a que se le asigne un abogado solo al momento del juicio.

«Acá tener abogado tiene costo», aseguró. Hoy la víctima que no tiene recursos tiene dos lugares para ir: a la Defensoría del Poder Judicial o Jurídica ASFAVIDE. En cambio, una víctima con recursos «lamentablemente tiene que pagar abogado particular». En Uruguay ser víctima de un delito no implica que tenga asistencia gratuita. «Lamentablemente está regulado de esa manera».

Desde la denuncia, ya habrán pasado tres meses hasta el juicio, que por lo general son fechas que demoran. Aún la hija del hombre no sabe el nombre de el o la fiscal que trabaja con su caso. Nadie se lo sabe decir. «Fue un error del sistema que lamentablemente hace que la víctima haga un peregrinar que no le corresponde», admitió Williman a 970 Noticias.

El profesional duda de que todas las víctimas puedan llegar a tener un abogado en algún momento, pese a buscarlo. El Estado tiene los mecanismos pero no es seguro de que se cumpla, deslizó. «En el interior no tengo duda de que no está garantizado. No hay consultorio y ni si quiera hay una defensoría de oficio. Hay una carencia directa. En el interior no hay recursos».

Juan Raúl Williman

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Adriana y Alicia hoy son amigas, trabajan juntas y tienen un martirio en común: son exparejas del ahora denunciado y ambas sufrieron violencia psicológica y física. Incluso Adriana fue violada por este hombre, en reiteradas ocasiones, mientras ella dormía. Camila, hija de Adriana es también otra víctima que sufrió abuso sexual. Ella fue alcoholizada mientras su madre había ido a un seminario. Si bien su hija había quedado en la casa de una amiga por el fin de semana, él la pasó a buscar para llevarla a un partido de fútbol donde jugaba Peñarol, club con el que ambos simpatizan.

Con tan solo 14 años, Camila recuerda haber regresado a su hogar con quien era pareja de su madre. Se bajaron del ómnibus y camino a su casa llegaron a un almacén donde él compró cerveza. Estando ya en la casa, él la convenció de seguir tomando y emprendieron nuevamente el camino hacia el almacén. Era la primera vez que ella tomaba alcohol. Tras el estado de ebriedad, le propuso ayudarla a desvestirse y bañarse junto a ella, acción que la menor rechazó con impotencia, ya dentro del baño.

El hombre volvió a insistir cuando ella ya estaba en su habitación para acostarse con adolescente por si le pasaba algo en ese estado. Camila se enojó y le dijo claramente que no iba a acostarse en su cuarto en la misma cama de una plaza, que él tenía su cama en otro lado. Un segundo impulso de furia le corrió por todo el cuerpo y lo echó de su cuarto, diciéndole que la dejara en paz. Él asintió, pero ella se durmió.

Al despertarse, en medio de ese estado de ebriedad y, más aún teniendo en cuenta que era la primera vez que consumía alcohol, tenía una erección y estaba pegado a ella, acostado. Cuando ella se despertó, él la estaba manoseando y masturbando. Acto seguido, ella enloqueció y comenzó a gritar. Su madre no estaba, llegaría al otro día, pero ella debería estar en la casa donde su madre la había dejado, en lo de una amiga. Luego él quiso zafar y la convenció para que cambie la versión ante su madre.

Él se victimizó nuevamente y la convenció. Camila lo escuchó y fue en su línea para no sentirse víctima de lo sucedido.

Un año después, madre e hija fueron ante la policía por un nuevo hecho violento; esta vez contra Adriana. El hombre la agarró del cuello y la presionó contra el muro lindero a los vecinos, quienes oyeron los gritos de desespero y llamaron de inmediato al 9-1-1. Camila estaba en su dormitorio. No vio la escena, pero sí escuchó a su madre que estaba siendo atacada por quien era pareja de su madre. Él también la levantó del cuello contra la pared a Camila durante su infancia. Adriana denunció al hombre por violencia doméstica.

Al agresor se le dispuso medidas de prohibición de acercamiento por dos kilómetros. Pese a eso, otra noche apareció mirando por la ventana en la casa donde Adriana y su hija aún viven. Adriana gritó del desespero. Desde hace varios años sufre una enfermedad que afecta el sistema nervioso; el miedo que hasta el día de hoy le tiene al hombre, marcó su vida para siempre. Desde que se separó, cuando su hija tenía 15 años, no ha tenido a volver pareja. Hoy Camila está por cumplir 27. Adriana no quería estar involucrada en nada más que le recordara lo que su hija y ella misma habían vivido.

Adriana tenía la posibilidad de quitarle o mantenerle las medidas de alejamiento que se habían dispuesto tres años atrás. Aún así no es un tema superado.

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Luego de que su hija hiciera pública su denuncia en la red social, él intentó esconderse detrás de la imagen de Alicia, con quien mantuvo una relación de seis años y se separaron hace dos. En ese lapso, él no consumió drogas, excepto en alguna oportunidad puntual, porque sabía que Alicia no se lo permitiría. Él acataba y mantenía la conducta.

Afortunadamente, la infancia de Matilde, la hija de Alicia, no fue violentada con abusos sexuales ni maltratos. En ese momento tenía quince años, y su genio se repelía con el de este hombre. Su madre, hoy con 36 años, no tiene dudas de que él no tuvo nada que ver con su hija ni hizo nada de lo que les pasó a otras mujeres con sus hijas.

A Alicia le pegó dos veces. Una de ellas en el ojo que luego tuvo que tapar, además de violencia psicológica que era constante, al igual que con todas las mujeres que anduvo. Alicia nunca lo denunció. Él siente morbo de gente joven y hace que todas sus parejas conozcan detalles de vínculos que tuvo anteriormente, relata gente de su cercanía. Por ende, la hija sabe de las exparejas de su progenitor, exparejas tienen conocimiento entre ellas de ellas mismas.

Tiempo atrás, en uno de los cumpleaños de Alicia, él terminó alcoholizado. Testigos indicaron que manoseó a una de las amigas de Alicia, que también estaba alcoholizada. Unas 30 personas estaban en la sala, pero no dudó en hacerlo por debajo de la mesa con. Él relató que quien lo había provocado y aprovechado fue ella.

El hombre no se vinculó nunca más con Adriana, aunque sí con Alicia. Luego de la publicación de la joven de 25 años, él empezó a buscarla y le escribió mensajes de texto. Quiere conseguir el apoyo de alguien, que alguien se pare desde su vereda, pero Alicia ya rechaza sus requisitorias. El 3 de marzo de este año fue la última vez que se escribieron, donde él se refirió a la situación como un «quilombo».

– ¿Te enteraste del quilombo?
– Ocho mil y pico de personas compartieron.
– No me interesa la opinión de las ocho mil y pico. Me interesa tu opinión.
– No voy a opinar. No quiero participar en esto, te agradezco que respetes mi opinión.
– Por supuesto que la respeto.

Con Adriana actuó de otra manera que con Alicia: era más agresivo, la amenazaba, la castigaba; pero con puntos en común: también la vulneró, la menospreció y la aisló. En su infancia, el hombre se sentaba a ver cómo sus amigos jugaban. Ahora estudia y analiza a sus parejas, para ver de qué manera se gana su confianza y las involucra en un círculo vicioso del que a veces salen, pero queda huella.

Hoy Adriana y su hija sienten miedo. Miedo a represalias. Camila sufrió durante su infancia, no solo abuso, sino también maltratos físicos y psicológicos; aguantó celos, persecuciones por parte de él, idas a buscar al liceo innecesarias, que le rompiera objetos personales, etc. Incluso, en tiempos de MSN, él se hizo pasar por ella y le ofreció servicios sexuales a quien ese tiempo era su «noviecito». Camila se animó a hacer la denuncia, luego de hablar personalmente con quien hizo público su caso en Facebook y querer colaborar para que se haga justicia.